De la travesía de los colonos en Cien años de soledad surgió el primero de los muchos Macondos de la novela: el de los orígenes. La urbanización y la llegada de nuevos pobladores, de lejanas latitudes y con costumbres distintas, creó los otros Macondos: el de la prosperidad, el de la Guerra de los Mil Días, el del esplendor del banano, el del apocalipsis.
La obra cumbre de Gabo sedujo desde siempre al lector Alex García López, director junto con Laura Mora, de la producción audiovisual de Cien años de soledad. “Creo que cualquier persona en el mundo puede identificarse con una pareja joven de 19 años que se casa y desea escapar de su pequeño pueblo, alejándose de las preocupaciones y responsabilidades de sus padres para embarcarse en su propia aventura.
La idea de crear un pueblo, una utopía inocente donde todos se tratan bien, es reconocible incluso desde el punto de vista bíblico. Sin embargo, luego llegan los obstáculos y distracciones externas, como la política, la iglesia e incluso Melquiades, quien representa la fascinación y la obsesión humanas por la sabiduría”.
De las páginas del libro, como dibujando la novela, productores y diseñadores pintaron y levantaron el pueblo de la ficción en un territorio de la realidad: una finca de Alvarado, Tolima, que se adaptaba perfectamente a las necesidades del rodaje.
Detrás de la plaza, de las paredes de las casas, de la iglesia y de los árboles, y, por supuesto, detrás de la casa de los Buendía, está el trabajo de decenas de de artistas, artesanos, historiadores, arquitectos, decoradores y todo tipo de técnicos y profesionales en muchas áreas.
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Bárbara Enríquez, la diseñadora de producción, relata cómo se unieron todos esos conocimientos para crear un pueblo a la altura del Macondo de la novela. “Hicimos una investigación muy exhaustiva, de su historia y de su arquitectura", cuenta.
La casa de los Buendía, un personaje vital de la novela, un cuyo centro descansa un inmenso árbol de castaño, fue calcada de la novela. “La casa es como se siente Úrsula Iguarán. Ella la renueva, la envejece, la vuelve a renovar”, asegura Enríquez.
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En el recorrido por sus corredores es imposible dejar de ver el castaño en el que terminó encadenado José Arcadio Buendía desde los días en que perdió el juicio.
Cada espacio de la casa obedece rigurosamente a la narración de Gabo, como lo demuestra este fragmento de la novela y lo comparamos con las imágenes.
“Dispuso que se construyera una sala formal para las visitas, otra más cómoda y fresca para el uso diario, un comedor para una mesa de doce puestos, donde sentara la familia con todos sus invitados; nueve dormitorios con ventanas hacia el patio y un largo corredor protegido del resplandor del mediodía por un jardín de rosas… dispuso ensanchar la cocina para construir dos hornos…”
“La cocina es el corazón de la casa”, dice Bárbara Enríquez. “Allí Úrsula hacía sus caramelos que llevaron fortuna a la familia. Nuestra cocina la podemos prender porque ella pasa en ese lugar mucho tiempo.”
Puertas afuera, Macondo vive los revoltijos de la política a finales del siglo XIX. La polarización política de la época era visible con los colores de las casas, testimonio de un país fragmentado. “La polarización política también es evidente”, señala el director Alex García.
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“Como bien lo expresó el padre Nicanor: la única diferencia es que los liberales van a misa de cuatro y los conservadores van a misa de siete. Creo que estas preocupaciones y momentos sociológicos son comprendidos por cualquier persona, ya sea en Estados Unidos, Inglaterra, Argentina, Colombia o cualquier parte del mundo”, agrega.
En la plaza de la novela y en la plaza de la serie está el almendro y desde allí se abren las calles. La más famosa de todas es “La calle de los turcos”, motor de la economía del pueblo, que los productores de la serie llamaron “La Quinta Avenida de Macondo”.
Después de conocer el Macondo de Netflix surge una pregunta: ¿el Macondo de Alvarado, Tolima, desaparecerá como ocurrió con el Macondo que nace, crece y muere en las páginas de Cien años de soledad? Bárbara Enríquez no conoce la respuesta. “En el libro, Macondo y la casa de los Buendía se destruyen, pero ¿qué va a pasar con el pueblo? Es una respuesta que no puedo dar porque no la sé”.
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Macondo desapareció de la faz de la tierra y de la memoria de los hombres, pero quedó descrita con tal precisión por su creador que fue posible hacerlo vivo para una serie de 16 capítulos.
El reto ahora es cautivar al público con la primera adaptación audiovisual del más grande de los clásicos colombianos de la literatura universal.