“Las mujeres hacemos más y ganamos menos”, esta es la percepción, pero también la realidad de la mayoría de las colombianas que siguen estando por debajo de los hombres, especialmente en lo laboral, según un reciente estudio de ONU Mujeres.
“Los hombres siempre ganan 500, 600, 700 mil pesos más... A las mujeres siempre nos tienen con el mismo sueldo”, manifestó Lucila Contreras, habitante de Bogotá.
Además de esa brecha salarial, las mujeres consideran que para ellas ni siquiera es tan fácil tener un trabajo remunerado.
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“Yo tengo una niña de dos años y me dijeron que no, que porque sacaba muchos permisos y que no me daban el empleo”, aseguró Orfelina Tuto.
Los hijos y hasta los quehaceres del hogar se han convertido en obstáculos laborales para ellas.
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Según la ONU, las mujeres pasan siete horas de su día en trabajo doméstico no remunerado, aunque hay familias que han empezado a distribuirse mejor estas tareas.
Colombia ocupa el puesto 22 en países con mayor diferencia entre hombres y mujeres, pero para expertos, la responsabilidad de quitarse el prejuicio y bajar esta brecha está en los empleadores y líderes, más que en los hombres.
Precisamente sobre ese panorama, ONU Mujeres, el DANE y la Consejería Presidencial para la Mujer (CPEM) presentarán el análisis ‘Mujeres y hombres: brechas de género en Colombia”.
Del mismo se desprenden datos como que el 89 por ciento de las mujeres no tienen remuneración por el trabajo doméstico. Mientras los hombres, en promedio, dedican tres horas diarias a estas labores, ellas invierten siete.
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“Estas diferencias se deben a unas construcciones culturales que se han venido fortaleciendo históricamente, en el que se asume que las mujeres son las que deben estar dedicadas a labores de cuidado y que tienen una mayor capacidad para llevarlas a cabo, pero que efectivamente va generando esas brechas que además no son homogéneas”, explica Patricia Fernández Pacheco, representante Ad interim de ONU Mujeres Colombia.
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Pacheco asegura que en el ámbito rural se ha detectado que esas brechas son hasta tres veces más de lo que ocurre en zonas urbanas.
“Nunca se había reconocido o muy incipientemente se ha reconocido el valor económico o la contribución al Producto Interno Bruto que tiene este trabajo invisible no remunerado. Si se cuantifica, se reconoce este increíble potencial que tiene para la generación de empleo formal, la contribución a la economía y para el propio desarrollo del talento de toda la sociedad, incluyendo a las mujeres”, anota la experta.
Durante la pandemia se hizo más evidente la carga que las mujeres tienen en el hogar, pues muchas de ellas fuera de la jornada laboral tienen que lidiar con el cuidado de los hijos y los quehaceres.
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Por esa razón, otro de los indicadores de este estudio es que las mujeres casadas tienen menos posibilidades de disminuir la brecha que las mujeres solteras.
“El estudio muestra que cuando las mujeres están insertadas en el mercado laboral siguen dedicando más tiempo a este trabajo doméstico no remunerado y además su salario es menor. Trabajan más horas, reciben menos recursos y además tienen doble jornada”, agrega Pacheco.
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Entre otros datos, se da cuenta de que, de cada diez mujeres en Colombia, tres no tienen recursos propios, mientras que hay un 12 por ciento que reciben menos ingresos que los hombres.
De otro lado, cinco de cada diez mujeres casadas tienen trabajo remunerado, frente a ocho de cada diez hombres también casados.
“La brecha salarial sigue siendo una realidad no solo en Colombia, sino también, desafortunadamente, en todo el mundo. Ahí también existe el fenómeno que se conoce como los techos de cristal que no permiten a las mujeres avanzar”, detalla.
La experta manifiesta que, según los datos en Colombia, “esta es la generación de mujeres más formada, son la mayoría de las que se están graduando y accedieron a la educación superior. Es decir, ese talento y capacidad están ahí, pero la remuneración sigue sin ser acorde con esas capacidades”, anota.
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Aunque reconoce que en los últimos años ha habido un avance en ciertos temas, este progreso es muy lento.
“En general, lo que encontramos es que ha habido un avance muy importante, por ejemplo, en el tema de la educación y también en temas de distribución en la carga de cuidado, en participación en política, pero este avance también ha sido muy lento, insuficiente y también desigual; no es lo mismo la situación de una mujer urbana con acceso a la educación que una mujer que se encuentra en el ámbito rural”, explica.
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Pacheco puntualiza sobre los sectores en los que se ha visto más lentitud para cambiar este panorama.
“En los temas de participación política, si bien hay un avance significativo, todavía es extremadamente lento y a este paso van a ser generaciones hasta que realmente podamos ver una democracia completa, que significa que las mujeres están participando en igualdad y que no seamos como ahora que el 20 por ciento en el Congreso o 12 por ciento de las alcaldesas; unos porcentajes muy pequeños”, subraya.
Se espera que estos estudios empujen a la acción y a acelerar la disminución de esta brecha como una manera de transformar la sociedad.