Ana Milena Sánchez es una guarda de seguridad que sale cada noche de su trabajo en la calle 26, en el centro de Bogotá, y durante hora y media recorre varios barrios en su silla de ruedas para llegar a su casa en el sur de la ciudad, donde vive con su mamá.
Dice que no viaja en transporte público “porque la gente ocupa mi espacio y me ven entrando y si se quitan es porque esperan a que yo les pida a que me den mi espacio”.
Por eso decidió usar su silla de ruedas como vehículo para ir y salir de su trabajo, donde, afirma, va “despacio, lenta, pero segura”.
Sabe de cada hueco y de cada punto donde corre peligro durante su trayecto y en sus travesías diarias ha sufrido accidentes de tránsito.
Publicidad
“Dos veces me han atropellado, a Dios gracias suave, porque cuando se dan cuenta he logrado esquivar, pero igual me alcanzan a golpear, dos taxis y una vez un ciclista”, cuenta.
También se ha tropezado con amigos de lo ajeno, como una ocasión en que “alguien que se ofreció a ayudarme a empujar y yo tenía una maleta colgando atrás y me dijo ‘venga le ayudo con la maleta’ y pues a mí me sonó cómico porque ahí no pesa y me va a empujar, le dije ‘no tranquilo’, me dijo que sí, la cogió, me dejó ahí y se fue”.
Publicidad
Los puentes los sube y baja sin dificultad y tiene claras las vías que debe rodar para llegar más rápido a casa. Dice que hay una que “es la menos transitada en carros, entonces para mí es mejor a pesar de que es muy sola, muy oscura”.
Y con su recorrido diario en silla de ruedas sostiene que “la peor enfermedad es la pereza”, mientras les demuestra a todos con su velocidad y experticia cómo moverse por algunas de las vías más dañadas de Bogotá.
Pese a eso y sus necesidades económicas, Ana Milena dice que “la vida es linda, no veo por qué amargarme”.