El escritor y columnista protagoniza la primera entrega de ‘Pensemos el país’ hablando sobre las movilizaciones en Colombia.
El reciente episodio en el que Colombia se enfrenta a una situación muy compleja, generada por las marchas en las calles de las principales ciudades del país, obliga a buscar respuestas y visiones de quienes pueden dar elementos de juicio que permitan buscar salidas.
Juan Roberto Vargas: Héctor, ¿qué está pasando?, ¿cómo se pueden interpretar estas marchas de las que mucho se ha dicho y que representan el descontento de muchos sectores?
Héctor Abad Faciolince: Lo que ocurre en Colombia no es distinto a lo que viene ocurriendo en otras partes de Latinoamérica y el mundo. Este año las marchas y manifestaciones tumbaron al gobernador de Puerto Rico, a Evo Morales, pusieron en jaque a Nicolás Maduro y ahora han desafiado a dos presidentes elegidos recientemente, que son Iván Duque y Sebastián Piñera.
Todos queremos entender qué están pidiendo los que marchan. Hay solicitudes muy distintas y, como no hay líderes claros, es muy difícil saber quién es el interlocutor y qué puede resultar de esto. Yo trato de entender, pero percibo mucha incertidumbre.
JRV: En su columna de hace una semana en El Espectador hablaba de las caras de la protesta y las exigencias.
Leo una aparte: “La gente tiene razón en la calle de protestar por lo que protesta. En algunos casos sus razones son obvias y fáciles de compartir. Lo difícil es darle respuesta a la pregunta más simple: ¿cómo se resuelven las exigencias?”.
HAF: Uno puede estar de acuerdo en los fines, pero no en cómo lograrlos. Las recetas son muy distintas y ni los expertos ni los gobiernos saben cómo resolver los problemas, pero yo creo que tampoco los (sic) marchantes. Si fueran los gobernantes, tampoco sabrían cuáles serían las soluciones.
Hay que encontrar unos equilibrios que en la calle es muy difícil que se encuentren. Es muy importante que se manifiesten, pero luego les toca a los gobernantes tratar de resolver unos problemas que no tienen una solución inmediata y fácil.
JRV: También dice usted en esa columna, que es posible que quienes protestan tengan razón, pero cuando llegan al poder no saben gobernar mejor que los otros, gobiernan incluso peor.
HAF: El problema de la democracia de la calle es que nunca se sabe muy bien con quién hablar, si no hay un líder claro. Como son multitudes, entonces no se sabe bien cómo encontrar representación clara.
JRV: ¿Hay gente que le saca crédito a esta movilización?
HAF: Hay una gran desconfianza en el gobierno y al mismo tiempo hay políticos de la oposición que tratan de aprovecharse de esa desconfianza y dicen: ‘confíen en mí’. Si vamos de calle en calle, el mismo presidente Duque invitaba a marchar contra santos y ahora recibe de su propia medicina de gente que marcha contra él.
Todos se aprovechan un poco de un lado y del otro, depende de quien gobierne. Hasta las lluvias o sequias se les critican a los gobiernos y los que marchan son muy poco autocríticos.
JRV: Héctor, lo noto con muy pocas respuestas sobre un tema que nos concierne a todos. Pareciera no haber una salida ¿no? Al menos de primerazo.
HAF: Yo no tengo respuestas, yo tengo preguntas no más.
JRV: En su nueva obra ‘Lo que fue presente’, sus memorias, sus diarios ¿Qué cuenta en ellos?
HAF: Yo empecé a escribir esos diarios cuando tenía 27 años, no me había graduado, mi mujer estaba esperando a nuestra primera hija, entonces es algo que se escribe en caliente. Es algo que escribí en la intimidad e iba escribiendo lo que pasaba día a día desde el año 85 y los diarios que publicamos llegan hasta el año 2006.
JRV: Dice la reseña que cuenta sus angustias como escritor en formación y como ser humano aprendiendo a asumir la vida...
HAF: El principio, son los cuadernos de alguien que está aprendiendo a escribir poco a poco. Esa persona crece, madura, sus relaciones matrimoniales o de pareja o de amor van cambiando. Sus experiencias de la vida o de lecturas van incrementándose y se va viendo la evolución de una persona que sueña ser escritor y que poco a poco lo logró.