Acandí, Chocó, es el último punto en el que miles de migrantes toman un respiro y recargan baterías antes de adentrarse en el Tapón del Darién . El panorama es crítico por cuenta de los menores de edad que, pese a que toman esa travesía como un juego, corren grave peligro.
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Como si se tratara de un oasis en medio del desierto, esta finca de Acandí se convirtió en el refugio transitorio para quienes buscan una vida mejor en Estados Unidos.
“Me demoré cinco días en Necoclí para conseguir un turno y poder llegar hasta aquí en Acandí. De verdad es muy difícil conseguir el dinero, pasajes, guías y arriesgarse a todos los peligros”, comentó Alexander Gonzáles, migrante.
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En esta finca, cientos de familias, algunas con pequeños en brazos, aprovechan para olvidar, al menos por un momento, la difícil situación que están viviendo.
Mientras los guías organizan el trayecto, algunas personas intentan dormir en el piso o en colchones. Otros se dan un baño y muchos se encomiendan a Dios para poder atravesar la espesa selva.
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“Pagamos un guía y lo estamos esperando para que nos saque y nos lleve, que nos diga por dónde es el camino para seguir avanzando”, recalcó González.
Por su parte, Ricardo Vega, otro migrante, recalcó que tiene toda la “energía positiva” para llegar hasta “Panamá sano y salvo”.
Diariamente, a esta finca llegan entre 1.500 y 2.000 migrantes para tratar de cumplir el sueño americano.
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