Después de tres meses de haber ocurrido el gigantesco derrumbe en Rosas, Cauca, que arrasó con todo lo que se encontró a su paso, los más de 700 campesinos que perdieron sus viviendas siguen esperando la promesa de reubicación hecha por el Gobierno nacional días después de la emergencia.
María Luisa Cruz es una de las damnificadas por el derrumbe en Rosas. Durante los 90 días que han pasado desde el momento del deslizamiento, no ha tenido tranquilidad y ha tenido que vivir de albergue en albergue porque aún no ha sido reubicada.
“De una parte a otra nos pasan, ya estoy aburrida, yo me quiero ir para mi casa”, asegura.
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Así como ella, hay más de 700 damnificados que aseguran que la promesa de reubicación hasta el momento sigue siendo incierta.
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“Necesitan trabajar, necesitan un apoyo y prácticamente queremos nuestras casas, nuestras fincas. Como nos dijo el presidente, vamos a ver cultivar las tierras”, dijo Ana Cristina Martínez, otra damnificada.
Luis Fernando Velasco, director encargado de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, se pronunció al respecto.
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"Estamos en un proceso de comprar una finca mucho más grande, donde podrían caber otras 40 familias y la propia gente nos ha planteado la posibilidad de una cartacheque", aseguró.
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En medio de la nostalgia, algunos damnificados continúan visitando la zona del desastre esperando encontrar algo de lo que tuvieron que dejar atrás o buscando recuerdos en el desolador panorama.
“Es triste, hasta enferma estuve por ver que esto se desapareció en menos de un día, porque esto fue que se partió la tierra y comenzó a andar”, comentó Mercedes Rodríguez, otra de las personas afectadas.
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Las familias de las nueve veredas que se encuentran incomunicadas al otro lado de la montaña tienen que arriesgar sus vidas pasando por un inestable terreno, que aún sigue cediendo, para poder llevar los víveres.
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“Toca, porque no hay otro camino más sino este y de abajo donde salgo está muy lejos, hay como tres horas hasta acá, es una vereda que quedó incomunicada porque por el derrumbe quedamos incomunicados”, señaló José Luis Piamba, habitante de la zona.
Mercedes anotó que “pasan muchas necesidades” y “a veces salen a buscar algo de víveres porque se han agotado”.
A la tragedia que viven día a día se suma un nuevo dolor de cabeza, pues los damnificados aseguran que tendrían que salir de las viviendas en donde viven temporalmente por el atraso en la entrega de los subsidios para pagar los arriendos.
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De las pocas viviendas que quedaron en pie, el terreno que aún sigue cediendo las ha ido desapareciendo poco a poco, convirtiendo la vereda en un verdadero desierto.