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Periodistas bajo fuego cruzado en Arauca: han tenido que huir pidiendo protección lejos de su tierra

Colombia es el segundo país más peligroso de América para ejercer el periodismo y Arauca se encuentra entre los departamentos más críticos. Algunos reporteros, amenazados de muerte, han buscado refugio en Bogotá.

Según Reporteros sin Fronteras, Colombia es el segundo país de mayor peligro en América para ejercer el periodismo. Al cierre del 2024 fueron reportados dos periodistas asesinados, superando únicamente el registro mexicano que consignó cinco víctimas.

Una región golpeada por la guerra interna sin tregua es Arauca. La Fundación para la Libertad de Prensa reportó sobre este departamento fronterizo 45 agresiones contra comunicadores, de los cuales 26 periodistas fueron amenazados porque cubrían, investigaban o informaban sobre orden público o corrupción política en el departamento.

En Noticias Caracol le pusimos rostro a esta lamentable situación doen la que ser periodista se ha convertido en un estigma.

Carlos Pérez es el director del medio La Lupa Araucana. Él relata que “muchos periodistas han tomado la decisión de trabajar desde el escritorio y no salir a las áreas de conflicto por temor, porque no sabemos de dónde pueden venir las balas”.

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Pérez cuenta con 27 años de experiencia en periodismo regional. Ha tenido que enfrentar duras etapas del conflicto armado en Arauca.

La primera temporada crítica de violencia que le tocó vivir fue en el 2003 cuando se enfrentaban en Arauca las guerrillas unidas, FARC y ELN, contra los paramilitares. Entre las víctimas civiles se cuentan los primeros periodistas araucanos.

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El 28 de diciembre de 1991, Henry Rojas Monje, corresponsal del diario El Tiempo, quien denunciaba casos de corrupción gubernamental y vínculos de políticos con las guerrillas, recibió una ráfaga de disparos en su automóvil.

El 28 de junio de 2002, las balas paramilitares acabaron con la vida del periodista Efraín Varela, director de la emisora Meridiano 70, que denunciaba la corrupción en Arauca.

El 18 de marzo de 2003, la sociedad araucana fue sorprendida cuando sicarios llegaron hasta la puerta de la casa del popular "Pinino", Luis Eduardo Alfonso Prada, periodista de la misma emisora Meridino 70, y lo asesinaron.

Ese 2003 fue un año duro para los periodistas de la región que no alcanzaron a llorar la perdida de sus colegas, cuando vieron sus nombres publicados en la lista de amenazados, donde Carlos Pérez leyó su nombre.

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"Salen dos comunicados: uno por parte de las Autodefensas, donde amenazan a 8 periodistas, y otro por las guerrillas, donde amenazan a 8 periodistas. En esas amenazas yo estoy en el grupo de amenazados por las FARC, que me acusan de tener vínculos con los paramilitares", aduce Pérez.

Los 16 periodistas fueron sacados de la zona. Así quedó Arauca, sin periodistas para la época por dos años.

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“Yo regreso porque la verdad no debo nada. Yo me he dedicado siempre al periodismo; ni estoy en un bando, ni estoy en el otro. Solo nos dedicamos a informar y tomé la decisión de regresar porque allá tengo todo”, complementó Pérez.

Para poder regresar asumió ser protegido. Le asignaron un carro blindado y tres escoltas. Durante 17 años ha tenido su libertad cortada, y como se suele decir, con los bandos armados respirándole en la nuca.

“Nos tenemos que autocensurar también por la presión de los grupos al margen de la ley, tanto del ELN como las disidencias de las FARC, y a veces hasta por la misma política en el departamento y hasta las misma autoridades militares y policiales, debido a que uno debe estar informando lo que ellos manifiestan en sus boletines, lo que emiten diariamente en el departamento de Arauca”, prosiguió el periodista.

Preguntado sobre ¿cómo se puede hacer periodismo así?, Pérez manifestó: “es difícil”.

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(Lea también: El sermón de los obispos del Catatumbo: aseguran que “era una guerra anunciada” )

Hoy la situación vuelve a ser crítica. El 2024 cerró con 26 periodistas amenazados. De esas, 24 amenazas son atribuibles al ELN y las disidencias de las FARC.

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El director de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), Jonathan Bock, describe el panorama: “Es claro que hay un intento de controlar la información por parte de los grupos armados y eso es para hacerse propaganda ellos mismos o para también cooptar lo que se está diciendo y cooptar a la población civil”.

Medios tradicionales se han visto forzados a cancelar corresponsalías. Periodistas comunitarios que trabajaban en zonas rurales tienen restringidos sus ingresos a las comunidades, y los comunicadores digitales están siendo obligados a tener agendas dirigidas mediante constreñimiento por los grupos armados que llegan directamente a sus celulares.

Carlos tiene un medio digital, La Lupa Araucana, y cayó en el mes de noviembre pasado en esta cacería diaria que hacen las disidencias y el ELN a través de sus grupos de WhatsApp.

“Me dicen que debo publicar un video y me dicen que es de parte del comandante alias “Pescado”, de las disidencias de las FARC y que tenía que publicar ese video en mi noticiero o si no, que me atuviera a las consecuencias con ellos”, cuenta Pérez.

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“Yo lo publico al otro día y me escriben: ‘lo vimos’. Recibo la llamada de un amigo donde me dice que ‘vea, ¿ya vio lo que publicó el ELN? Ahí se lo acabo de enviar’. Cuando yo voy a ver el WhatsApp veo un número del ELN, donde ellos envían información todos los días de lo que ellos hacen, y ahí está un comunicado donde dicen que La Lupa Araucana es un medio virtual, que prácticamente es un canal oficial de los narcoparamilitares de las disidencias de las FARC".

“Yo quedé como se dice plop, porque allá en Arauca si publicamos una noticia de las disidencias de las FARC, el ELN nos declara objetivo militar, y si publicamos una noticia del ELN, nos declaran objetivo militar de las disidencias, y si publicamos información de las fuerzas militares y policiales, ambas guerrillas nos declaran objetivo militar. Nosotros los periodistas de Arauca estamos entre la espada y la pared para ejercer nuestra profesión”, dice Pérez.

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Sobre la posibilidad de regresar a Arauca, el periodista Pérez manifiesta: “Eso espero, eso espero, y si Dios me da licencia yo espero regresar a Arauca para seguir informando".

Ya van tres periodistas que escaparon tras ser amenazados en Arauca

Juan Valentín Gamboa tiene tan solo 28 años, es periodista independiente de su propio medio digital Jet-Set Criollo, donde documenta lo que pasaba en Arauca. Estaba en su momento más mediático y ahora no sabe qué va a pasar con su vida.

Preguntado sobre hace cuánto tiempo está refugiado, metido entre cuatro paredes, Gamboa aduce que “estoy desde el 14 de abril del 2024 esperando unos estudios de riesgos que ha hecho la UNP (Unidad Nacional de Protección). He estado muy pendiente y conectado de lo que pasa en Arauca, no he dejado de publicar, las fuentes me siguen escribiendo, las comunidades me siguen reportando (…) es como una especie de periodo de la pandemia".

Una pandemia que producen las balas con nombres asignados a periodistas que huyen, y que difícilmente logran protección de las autoridades.

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“Cómo es posible que la UNP se demore 7 meses en atender un caso de amenazas a periodistas (....) cuando hay que entender que la libertad de prensa es un pilar democrático y que en este fuego cruzado en que se encuentran los periodistas locales es importante que haya una reacción del gobierno y una reacción urgente”, manifiesta Jonathan Bock, director de la Flip.

El pecado capital del periodista fue buscar entrevistar a los dos jefes de las guerrillas que tienen azotados a los araucanos. Después de pasar muchos filtros y de persistir en su propósito, logró sentarse en un paraje selvático con alias “Antonio Medina”, jefe de las disidencias de las FACR de Iván Mordisco.

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Gamboa asegura que él señaló a quiénes quería entrevistar, tanto de un bando como del otro: “En estos momentos estaba tanto Carlos Villareal, o alias “El Chino”, del frente de guerra oriental, y del otro lado estaba alias “Antonio Medina”, que era como la cabeza visible”.

Después de recibir las coordenadas y de varios días de viaje bajo todo riesgo, logró llegar al punto de encuentro en la selva.

“Esa entrevista la realicé solo. De equipo llevaba un trípode y mi cámara (…) recuerdo que no era capaz de armar el trípode de la adrenalina cuando vi al comandante de las disidencias y no era capaz de armar el trípode”, asegura Gamboa.

Bajo ese ambiente hostil, se le puede ver en un video al periodista haciéndole todo tipo de preguntas al comandante guerrillero que permanecía vigilado por su anillo de seguridad.

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“Había muchos jóvenes y se ven. Yo también le pregunté por el reclutamiento de menores, le pregunté por atentados puntuales, le pregunté por unas amenazas muy serias y peligrosas que ha hecho a líderes sociales, a políticos (…) llevaba el contexto de todo lo que había pasado en Arauca", aduce el joven periodista.

Gamboa explica que la motivación para asumir el riesgo de esa entrevista se da porque “veníamos recibiendo comunicados y videos de ambos grupos y todos los comunicados decían lo mismo. No había un comunicado distinto y se estaban acusando de que había alianzas con el Ejercito y un montón de temas, y entonces en una discusión con algunos de los colegas hablábamos eso, de que alguien tiene que hablar de las partes del conflicto, de qué generó nuevamente esa confrontación”.

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La respuesta por parte del ELN nunca llegó y fue cuando Gamboa decidió publicar la entrevista. Dias después, una escalada de comunicados del ELN que llegaban a su celular le hicieron sentir miedo.

“Me decían un montón de cosas: altoparlante de grupos armados, también hicieron como un organigrama donde me ponían a mí y a algunos colegas con un exgobernador y con el jefe de las disidencias”, subraya Gamboa.

Esas intimidaciones terminaron concretándose el 9 de abril con una amenaza directa.
“Estaba saliendo de un evento de memoria, en un parque de Arauca, y se paró una moto, se bajó una mujer que iba de parrillera con casco y me dijo: ‘si no sale de Arauca, lo vamos a matar'. Ahí ya me lo tomé muy en serio", complementa.

El trago amargo que está pasando tuvo un bálsamo cuando su entrevista fue reconocida con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2024.

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“Este premio fue luz en medio de la oscuridad. Yo creo que ha valido la pena todos estos años, porque es el reconocimiento de un trabajo en específico (…) siete años en Arauca cubriendo desde inundaciones, hasta orden público, conflicto, política…”, aduce Gamboa entre sonrisas.

Esta experiencia le ha dejado un nudo en la garganta que no ha terminado de desatar.

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Con la voz entrecortada y con algunas lágrimas en sus ojos, el periodista manifiesta lo que siente: “Fíjate que es como muy paradójico, porque yo reportaba casos de desplazamiento y lo viví en carne propia".

La Flip tiene un área de protección a periodista muy activa que vigila con celo la actividad de los comunicadores en todo el país. Escuchan y hacen un diagnóstico certero sobre lo que está pasando con el oficio en Colombia. A su vez, se reúnen con cada periodista amenazado para hacer seguimiento riguroso a sus caos.

“Durante el 2024 hubo dos periodistas asesinados, 20 periodistas fueron forzados a desplazarse internamente, algunos de ellos buscando el exilio porque las amenazas eran muy fuertes en contra de ellos. Las amenazas en total han sido de 215, también es la cifra más alta en los últimos años”, expone Bock, director de la Flip.

La situación de estigmatización contra los periodistas es crítica, más cuando figuras públicas aumentan su violencia contra los comunicadores en sus redes sociales.

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“Genera una sensación de que la p de periodista se convierta en una letra escarlata, que marca a los periodistas como amigos o enemigos de un gobierno y eso es lo que facilita que no solamente se aumentan las amenazas a los periodistas, sino que el periodista pierda el respaldo de la ciudadanía. Aquí tiene que haber una decisión de gobierno, de entender que afectar el trabajo de los periodistas es ir en contra de la libertad de expresión", concluye Bock.

Valentín, el joven reportero, y Carlos, el veterano comunicador, son dos de los 26 periodistas que tuvieron que poner tierra de por medio para salvar sus vidas por haber informado lo que está pasando en su territorios y que demuestran que en Colombia existe “la letra escarlata” que estigmatiza a los periodistas.

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