Richard Gutiérrez se salvó de la explosión del camión en Tasajera el 6 de julio. Él corrió con suerte, pero no 45 personas, entre vecinos, amigos y familiares, que fallecieron por el accidente.
Desde siempre, su trabajo ha sido vender alimentos a los conductores de vehículos que transitan por la Troncal del Caribe, pero ese día solo tenía $500 en el bolsillo y, dice, por eso no dudó en ir por gasolina hacia el carro accidentado. "Eso es un sustento, porque vendemos esa mercancía para hacer compras a la casa y darle la plata a la mujer", aseguró.
El afán por recolectar la mayor cantidad de gasolina le hizo olvidar que estaba manipulando un líquido peligroso. Antes de llenar su recipiente, el vehículo explotó.
"Eso fue muy rápido, parecía estar en el mismo infierno. Las llamas esas eran fuertes y los amigos de uno gritando ‘me quemo, ayúdenme, auxilio’ y nadie nos ayudaba, nadie nos ayudó. Me agarraron del brazo y me tiraron para la parte trasera del camión, el mismo Dios que está conmigo", recordó Richard.
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Él vio morir a su mejor amigo, a un primo y a los muchachos de su cuadra. “Se llamaba James y me decía ‘Richard, ayúdame, ayúdame’ y no lo podía ayudar porque tenía las manos quemadas… yo solo decía ayuden a mi amigo que le duele mucho".
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Además de las secuelas en la piel, tiene un tormento que no lo deja dormir.
"Me levanto azorado porque siento que todavía estoy metido en el camión cisterna".
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Lo que Richard tiene claro es que esta tragedia no se puede repetir: "tengo que decirle a mi hijo, contarles a mis sobrinos qué me pasó aquí y por qué, para que ellos nunca hagan lo mismo de ir a los camiones que se voltean".