El Museo de Antioquia es el lugar al que el maestro Fernando Botero ha donado la mayor cantidad de obras, entre ellas las que muestran sus inicios en la pintura y también las más íntimas y queridas. Por eso en este espacio se realizó el más grande homenaje en sus 90 años.
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Allí se puede sentir la intensa relación del artista con su ciudad, porque, aunque no vive en ella desde los años 50, dejó el registro de su obsesión por pintarla desde cada ángulo de sus recuerdos.
“Él ha incidido directamente sobre la historia de esas instituciones y donde esto más se ve claramente y se ve con mayor fuerza y potencia es en el mismo museo, en donde ha estado haciendo donaciones desde la década de los 70 hasta el 2013; inclusive hasta la actualidad”, explica María del Rosario Escobar, directora del Museo de Antioquia.
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‘El paisaje de Fiésole’ fue la primera obra de Fernando Botero que ingresó, en 1954, a la colección del entonces llamado Museo de Arte de Medellín Francisco Antonio Zea. Fue realizada en acuarela y adquirida por la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín.
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Sin embargo, el museo no contaba con una obra que mostrara la volumetría que le dio el reconocimiento internacional a Fernando Botero, por lo que el artista decidió donar en 1975 su primera obra de reconocimiento, el óleo ‘Exvoto’, con la que participó en la segunda Bienal de Arte de Coltejer.
“Esa es una obra que trae a ese momento un rol importante que tuvo la pintura, un rol social. Esto es el exvoto o está hecha a la manera de los votos para dar gracias por un favor, por un milagro. Entonces lo simpático es que Fernando Botero participa en la bienal con esta obra, y en ella él está dando gracias a la Virgen por ganarse el premio de la bienal”, explica Camilo Castaño, curador del Museo de Antioquia.
En este recinto de arte en Medellín también reposa la obra más íntima y querida del pintor, en la que plasma la imagen viva del duelo por la pérdida de su hijo menor en un accidente de tránsito en Madrid.
“Pedro, su cuarto hijo, murió en un accidente de tránsito cuando tenía cuatro años. En ese accidente, Botero, tratando de salvarlo, pierde un dedo. El niño fallece. Esta obra es la primera que hace luego de recuperarse de toda esa tragedia”, agrega el curador.
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Una de las condiciones para que Botero donara esta obra al Museo de Antioquia fue que la sala donde iba a reposar se llamara como su hijo: Pedrito Botero.
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“Que esa obra esté en el Museo de Antioquia es muy significativo incluso para él, y lo ha dicho en distintas entrevistas. Es su obra más importante”, indica María del Rosario Escobar.
En el museo hoy reposan 189 obras de Fernando Botero, de las cuales 187 son donadas. El artista se ha caracterizado por crear todo un universo con sus personajes exuberantes. Allí se pueden apreciar sus bodegones, sus personajes de tauromaquia, momentos que registran la historia de Colombia, los lugares preferidos de su juventud. Otras están inspiradas en artistas legendarios, y muchas tienen ese toque de humor, ironía, crítica y denuncia.
Alberto Hugo Restrepo, experto en arte, lo resume así: “Hay tres grandes técnicas que el maestro ha utilizado que son el dibujo: pinta con lápiz, con carboncillo, con óleo pastel y en el óleo sobre lienzo, su técnica reina; también hace acuarela sobre papel y en la escultura ha hecho bronce resina epoxi que es una resina sintética y ha trabajado el mármol”.
Sin duda, es un artista integral, por eso una de las facetas que lo han hecho más reconocido es precisamente la de escultor.
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“El aparente volumen exagerado de la obra, del juego visual y plástico que nos plantea con sus obras en donde las dimensiones de los personajes están alteradas”, dice el curador del museo, Camilo Castaño.
El mural ‘Escena con jinete’ corresponde a los años de la búsqueda del volumen. Es el primer fresco, que el maestro hizo en 1960 en la sede de un banco en el centro de Medellín. Mide 9 metros de largo por 2,5 de ancho. Con el paso del tiempo el mural quedó atrapado en medio de la transformación urbana y corría el peligro de ser destruido por la humedad. Sesenta años después fue rescatado y ahora también hace parte de la colección del Museo de Antioquia.
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En este museo está el Medellín de los recuerdos de antaño de Fernando Botero, por eso este lugar siempre se encuentra en su agenda cuando visita la ciudad.
“Es su casa, es el lugar donde nació y también es la ciudad que a él le duele por la violencia, por su compromiso familiar y espiritual él se siente de acá; es tan antioqueño como cualquiera de nosotros, así no viva en esta ciudad desde hace muchas décadas, pero su compromiso queda para siempre en el Museo de Antioquia”, dice la directora de este espacio cultural, María del Rosario Escobar.
Fernando Botero ha ejercido un doble rol en la historia del arte colombiano: como artista y como gestor de las artes. Una labor que agradecen varias generaciones, y mucho más las que en el futuro aprenderán sobre su obra en el Museo Botero.