Conocida como la capital del Darién chocoano, esta población tiene 500 años de historia. Por sus precarias condiciones, pareciera congelada en el siglo XX.
Las comunidades indígenas están atrapadas en sus propios resguardos, afirma Roberto Carpio, representante legal de Asowoudach (Asociación de los pueblos wounaan en el Bajo Atrato).
“Están minados por los grupos armados y no pueden salir”, sostiene.
Y dice que en la cuenca de Domingodó “hay un anuncio por parte de la guerrilla del ELN que va a venir a sacarlos (…) No queremos que pase un segundo Bojayá”.
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Los desplazados por el enfrentamiento entre guerrilleros y paramilitares “empiezan a sufrir, a padecer, a aguantar hambre, empiezan a soñar su tierra, su río”, relata el padre Álvaro Marín, párroco del pueblo.
La cifra de personas afectadas sube o baja de acuerdo a la dinámica del conflicto. No hay acciones efectivas del Estado, el viejo Darién chocoano podría seguir en el olvido.
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