Doralba Granda tiene 39 años y no quiere que su presente sea de esta manera, pero es lo único que hay. Con sus dos pequeños hijos vive debajo de un techo improvisado en el barrio Santo Domingo y en las noches es cuando más sufren.
Miguel Ángel, uno de esos pequeños, dice que sueña con ser futbolista “para poderle dar una mejor calidad de vida a mi mamá, es un poquito duro vivir aquí, por las lluvias y los vientos”.
Pese a que la vida le ha dado una segunda oportunidad después del desplazamiento, les llegó sin casa. Esta mamá sueña con tener “un techo digno para que ellos no sufran frío y tengan un techo para dormir tranquilos”.
Con sus hijos de 9 y 5 años trata de salir adelante. No tienen luz y es gracias a una vecina que les presta un bombillo con el que, al menos, logran verse las caras en las noches.
“Aquí hay una fundación que tiene un comedor y le ha brindado el apoyo a los niños y a ella”, dice Yudy Torres, líder del barrio.
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Doralba comenta que vivió el desplazamiento y no quiere que sus hijos “sufran lo que yo viví, entonces todo eso es duro”.
Aunque hasta el momento solo hay oscuridad, más tarde que temprano la esperanza llegará, y mientras viene en camino, esta familia se abraza fuerte porque el amor se ve y se siente de cualquier forma.
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