El 50% de los páramos del mundo están en Colombia. Natalia Acero, directora del programa de Agua y Ciudades Conservación internacional, dice que “sin el páramo no hay vida. Es el lugar donde nace el agua, donde están las especies, donde realmente tenemos beneficios como la captura de carbono. Hay especies endémicas tanto de flora como de fauna”.
Pero hoy los kilómetros de nuestros páramos lucen grises. Las llamas han consumido casi 18 mil hectáreas de vegetación, según la Unidad de Gestión del Riesgo. Uno de los casos más críticos es el del Páramo Santurbán, clave en el abastecimiento de agua en Santander y Norte de Santander. Se estima que casi 50 municipios dependen de él para tener el vital líquido.
Y es que precisamente el frailejón, esa planta que crece un centímetro al año, es fundamental para regular el agua que consumimos.
“Lo que hace particularmente el frailejón es capturar la precipitación horizontal, la niebla, convertir toda esa humedad en pequeñas gotas y, gota a gota, ir filtrando el agua en el suelo y posteriormente formando los ríos y las quebradas”, agregó.
Pero estos ecosistemas también conectan gran parte de los paisajes naturales de Colombia. Serán décadas lo que tardarán en recuperarse estas fuentes de agua, afirman las expertas.
“Cada pedazo de páramo que se quema son años y años de crecimiento de los frailejones, por ejemplo un frailejón se demora 100 años en crecer a la altura de una persona”, indicó Silvia Bejarano, experta.
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Los páramos son reservorios de agua y permiten que, en épocas de sequía, tengamos agua a través de los ríos. Pero si estos se queman, según expertos, se evapora toda el agua que este contiene y, con ella, la vida, y los recursos naturales que nos ayudan a enfrentar el cambio climático.
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