Jhoverman Sánchez Arroyave, más conocido como ‘Rubén’ o alias ‘El Manteco’ es un excomandante fariano con más de 30 años de guerra en Urabá y Córdoba. Se le atribuyen, entre otras, masacre como La Chinita , ocurrida en un barrio de Apartadó que dejo 35 personas asesinadas.
Rubén era el comandante de los frentes 5 y 58. Operaba en las montañas de la serranía de Abibe y el parque nacional Nudo de Paramillo. Como guerrillero, este excombatiente fue uno de los más perseguidos por las autoridades colombianas.
De Rubén, las autoridades tenían indicios de ser uno de los socios del máximo líder de las autodefensas gaitanistas de Colombia, Darío Antonio Úsuga, alias ‘Otoniel’.
El pasado 5 de noviembre, al tiempo que se conmemoraba el quinto aniversario de la firma de paz, Rubén asistía a un encuentro con las víctimas de la masacre de San Pedro de Urabá realizado por La Comisión de la Verdad. Esto dijo Rubén:
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"Yo como Rubén o ex combatiente de las FARC digo que tenemos participación, tenemos responsabilidad en esta violencia que trasformó, que causó dolor, angustia, desintegración de las familias en este bello municipio. De corazón les digo a las víctimas, somos los responsables y por lo cual pedimos el perdón si es lo posible, si es posible pedimos el perdón de todo corazón".
Como parte de los acuerdos, a alias ‘Rubén’ y su grupo de excombatientes les ofrecieron como espacio territorial la vereda El Gallo en Tierra Alta Córdoba, pero no lo ocuparon.
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"Nos quedamos y estábamos convencidos que allí iba a ser el proceso de reincorporación, dejación de armas, adelantar proyectos, pero es un departamento difícil, un municipio difícil, una vereda muy complicada por dificultades que esas tierras se las disputan Urra y Parques, las comunidades. Y esas tierras no tiene papeles y esa sería una dificultad para que el gobierno nos comprara esas tierras."
A lo que se sumó el alto riesgo que corrían los firmantes con la rápida incursión de los paramilitares y el aumento de las disidencias que copaban los territorios dejados por las FARC. Por eso, asegura Rubén, buscaron su traslado.
La vereda San José de León, en Mutatá, Urabá antioqueño, fue la nueva tierra elegida
“Como me conocía estas tierras y conocía las dificultades de Gallo, la pobreza de Gallo, que economía mueve a Gallo, a Tierra Alta o Córdoba y sabia la riqueza de esta región se hizo la propuesta al colectivo de trasladarnos, venirnos y la gente aceptó"
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En San José de León, fue construyendo un pequeño caserío donde levantaron 42 casas y nueve estanques piscícolas para producir cinco toneladas de pescado mensual.
“El pescado que hoy producimos acá se pescó hoy, ya está en las cavas y ya vino el carro a alzarlo, 900 kilos, es un proyectico y esperamos poderlo crecer, pero por ahora nos está dando dos toneladas mensuales, estamos hablando de 20 millones que hacemos nosotros, es generar empleo”
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En cuadrillas de trabajo construyeron los cinco kilómetros de carretera en placa huella que les sirve para comunicar la pequeña aldea con la vía turbo a Medellín. Desde la montaña dentro del espacio territorial Rubén nos muestra la extensión que ocupan:
“De aquí quiero se observa la mayoría del caserío. Nosotros como venimos de la guerra y aquí nos ubicamos por escuadras, así seguimos la organización y formamos tres barrios. Lo que están observando aquí son tres barrios, porque por esa faldita no lo podemos observar es el tercer barrio."
Ganar la confianza con las comunidades que durante décadas temieron su presencia armada, fue el mayor reto. Le preguntamos a Rubén cómo lograron ese acercamiento con la gente de la vereda La Fortuna y la población de Mutatá: “Bueno, nos recibieron muy regular por el estigma, que seguíamos delinquiendo, que dejábamos armas guardadas, que venía con nosotros la violencia, que seguíamos matando, o que la violencia iba a iniciar otra vez porque veníamos nosotros”.
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¿Cuál cree usted que es la clave del éxito?
“La clave del éxito acá es trabajar con las comunidades. Nosotros dijimos miren nosotros somos del proceso de paz, solo queremos venir a trabajar de la mano con ustedes. Y empezamos ya a hablar como vereda, como comunidad, como San José de León, nosotros nunca llegamos a decir somos el ETCR este es un NAR, no, nosotros decíamos ‘necesitamos para la vereda, para San José de León’”.
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Hoy tienen una gran variedad de proyectos productivos: galpones de gallinas ponedoras, cocheras familiares, comité de mujeres y género que tiene un proyecto de confecciones y están empezando otro de turismo de cabañas.
Para una reincorporación exitosa ¿la clave es que se han hecho ustedes mismos? ¿han necesitado ayuda del estado y de organizaciones internacionales?
“Las dos cosas, un 80% es a pulso, que es el 80% tierra, la carretera la destapada, y la construcción de las viviendas. Eso lo hicimos nosotros. Ya hay una ayuda del gobierno. El proyecto de piscicultura que nos sale por 600 y más millones, nos colaboraron con cerca de 200 millones. Después vino otro proyecto de sala de eviscerado de los peces, con todos los registros, permisos de captación de aguas, con todo al día es la única que hay en Urabá, gracias a que los recursos de los países que están apoyando el proceso de paz donantes nos dieron estos recursos”
Las manos amigas internacionales creen en el proceso de paz
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Las manos de cooperantes internacionales no les ha faltado. El jefe de la Misión de Verificación de la ONU en Antioquia Francesc Claret destaca el avance de este espacio territorial de paz:
"Estos cinco años han sido importantes, hemos tenido grandes avances en la reincorporación en la justicia social para la paz, en la reconciliación de las comunidades con los antiguos combatientes, en la apertura de un debate nacional sobre la necesidad de avanzar en un país sostenible y en paz, el ETCR o espacio de reincorporación de San José de León es un ejemplo de resiliencia también de los excombatientes que con su esfuerzo y su respuesta lo que sigue siendo un ejemplo para muchas áreas del país"
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Un corte de cuentas que permite mirar los retos para una efectiva reincorporación en los 10 años que quedan en la voz del representante de la ONU en el departamento:
"Reto principal es la seguridad de los antiguos combatientes de los líderes y lideresas sociales de los pueblos indígenas y poblaciones afro que le apuestan positivamente a la paz, y que las organizaciones internacionales siguen poniendo la voz con el gobierno sobre lo que se tiene que atajar. La sostenibilidad del proceso pasara por la sostenibilidad de la reincorporación, por darle oportunidades no únicamente a los excombatientes sino a las comunidades también de que sí se puede, y que el país puede tirar adelante, que sí se puede llegar a una paz sostenible y que Colombia se merece".
Excombatientes como Rubén, que llevan en su cuerpo y en su memoria la marca de haber sido protagonistas de la guerra. Cada día van borrando cicatrices con paciencia, extendiendo la palabra de la reconciliación a las comunidades que victimizaron.
A usted lo conocimos metido en el frente de batalla, ¿Cómo se logra que un comandante de las FARC formado para la guerra sea exitoso en un proceso de paz?
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“La clave, la esencia de todo, es nunca hacer cosas por encima de la comunidad, siempre tener en cuenta su colectivo, consultar. El líder es solamente para consultar. En la guerra usted ordenaba, se hace esto. Ya en esta vía se propone, se consulta y se solicita y lo que la mayoría diga, hagamos esto, se hace."
Ya no están solos, son familia, hijos que llegaron con ellos o que en este quinquenio nacieron en el proceso de paz, y están conviviendo con los niños de las veredas con un solo lenguaje. "¡Queremos la paz, queremos la paz!”, gritan los pequeños de la escuela veredal.
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Nos despedimos de Rubén y su gente en el próspero ETCR de San José de León, quienes durante un quinquenio han hecho tránsito a una paz verdadera que en la práctica es la suma de un montón de tropiezos, de esfuerzos, de sacrificios para construir y no volver nunca más a pisar el camino de la guerra.