Serpenteando la cuenca del Amazonas, una expedición de la Comisión de la Verdad fue en busca de las verdades de la guerra que guardan los aborígenes.
“Uno no puede señalar a nadie y más en un momento en el que nosotros estamos en problemas de orden público, como estamos ahora. Porque la guerra no se ha sanado, la guerra sigue, las raíces de los disidentes de las FARC están vivas, entonces después vienen los problemas”, dice Pablo Cote, líder del consejo indígena de Puerto Alegría.
Y es que la misión de los expedicionarios no solo era hacer pedagogía sobre el proceso de paz, sino conseguir las versiones de esas comunidades sobre los horrores que padecieron por cuenta de la violencia: pueblos sitiados, diezmados y asolados durante décadas por los fusiles, el narcotráfico y las mafias.
“La Comisión de la Verdad es un ente extrajudicial, es decir, esta es una entidad que no castiga, que intenta buscar las respuestas para que la sociedad en general comprenda cómo fue que se afectó a los pueblos indígenas y a la sociedad en general”, explica Patricia Suárez, integrante de la Comisión de la Verdad que llegó hasta esta región de Colombia.
En total se recogieron 180 testimonios, colectivos e individuales, que revelaron la cronología del viacrucis del conflicto en la espesa manigua: cómo los indígenas fueron desplazados de sus territorios sagrados, cómo reclutaron a sus hijos distintos ejércitos ilegales y cómo, también, la guerra ha venido acabando con el pulmón del mundo.
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