Hay dos sonidos que sirven de motor para el médico intensivista Juan Luis Echeverry: el ruido intermitente del monitor de signos vitales de sus pacientes y la voz de su esposa, con la que lleva 21 años de casado y cada día lo espera en casa sin importar la hora en la que termine sus labores.
“En mi casa siempre me esperan mis hijos y mi esposa todos los días y cuando yo tengo estas situaciones difíciles, llego, las comparto con ellos, ellos me escuchan y eso ayuda a seguir adelante”, dice Echeverry.
Él lucha contra la muerte todos los días, ha tenido que enfrentar todo tipo de situaciones. Recuerda que lo más duro fue tener a dos hermanas en las UCI y el día en el que una superó su estado crítico, la otra no resistió.
“Ese contraste de no haber sido capaz de sacar a las dos hermanas adelante, a nosotros nos afectó demasiado. Ese es quizá el momento más difícil que hemos vivido con esto”, recordó.
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Le abruma que el sistema está colapsando, los casos aumentando y no hay ninguna cama disponible. Dice que en sus 30 años de médico jamás se imaginó enfrentar este panorama.
“Había días en los que sentíamos que no íbamos a ser capaces de superar la carga de trabajo y las dificultades, por lo que te digo, esto es una incertidumbre, uno no sabe qué pacientes van a salir y quiénes no, y cuando empiezan a salir mal, todo el mundo se estresa”, añadió.
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Mientras las autoridades de Medellín buscan cómo encontrar camas y ubicar a los pacientes, los médicos trabajan entre 12, y 24 horas sin parar.