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La Catedral, cárcel construida a la medida de Pablo Escobar: crónica de una farsa

Sus propios sicarios fueron los guardias que custodiaron a Pablo Escobar en la cárcel de lujo que el capo mandó a construir en Envigado. Desde La Catedral, el jefe del Cartel de Medellín siguió ordenando crímenes a diestra y siniestra, y traficando droga.

La Catedral encarna una de las peores farsas en la historia de la violencia en Colombia. Pablo Escobar jamás estuvo preso allí. Vivió allá, que era muy distinto, pues hasta los guardias que lo custodiaban en esa reclusión de lujo que mandó a construir a su antojo eran sicarios suyos.

“El Estado cedió toda la soberanía, cualquier posibilidad de control, para que él fuera y se quedara allá en esa montaña”, dice el exalcalde de Medellín Alonso Salazar, recalcando que “la guardia de la cárcel, la guardia penitenciaria, fue seleccionada por la gente de Pablo Escobar”.

El 19 de junio de 1991, justo después de que la Constituyente prohibiera la extradición y con la mediación del padre Rafael García Herreros, el capo fue llevado en helicóptero a la cárcel de La Catedral, en Envigado.

Colombia respiró aliviada, pues la pantomima de su captura parecía real. El capo tras las rejas fue una imagen que le dio la vuelta al mundo, pero pronto se supo que esos barrotes eran otra ficción. Desde allí siguió delinquiendo sin apuros, ordenando crímenes a diestra y siniestra y traqueteando droga.

César de la Cruz, integrante del Bloque de Búsqueda, cuenta que “la cárcel de La Catedral tenía toda clase de excesos. En la cárcel de La Catedral había los televisores que no se veían por ninguna parte en Colombia, existían los DVD que no existían en Colombia, tenía muchísimo whisky”, además de “una cocina que cualquier hotel de seis o siete estrellas envidiaría. Tenía una sala de juegos en donde ahí desarrollaban billar, ping pong”.

“Hay una foto por ahí de una revista en donde Pablo Escobar sale al lado de unas rejas con un sombrero, pero esa reja era una puerta para entrar a la sala de juegos, pero le daba la sensación a la opinión pública de que estaba encerrado, pero él tenía un apartamento que era una suite”, agrega.

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Pablo Escobar también guardaba “videos de actrices, de reinas, de personas que iban a visitarlo y que se sometían a él, en forma voluntaria o involuntaria, no puedo decir. Había futbolistas. Eso era el sitio de moda para las personas que cohonestaban con el delito en Colombia o que admiraban” al patrón, relata el integrante del Bloque de Búsqueda.

La Catedral no era una cárcel, era un imperio del delito con patrón a bordo. Allá iban como peregrinos, a rendirle cuentas y pleitesía, sus socios en el mundo del hampa. Los organismos de inteligencia y seguridad conocieron en detalle esa borrachera de excesos y de crímenes.

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Luis Fernando Quijano, de Corpades, asegura que “el presidente de la época sabía lo que estaba ocurriendo ahí, el Estado no era miope de lo que estaba pasando y sabía que desde ahí se daban órdenes, y sabía que desde ahí se estaba asesinando gente adentro y afuera, pero se le dejaba porque era un trofeo importante la presencia de Pablo ahí”.

Pero el 5 de julio de 1992 todo cambió. Ese día fueron asesinados dentro de La Catedral dos socios de Pablo Escobar: Gerardo Moncada y Fernando Galeano, un episodio que no solo fue la génesis de Los Pepes, el grupo criminal que emprendió la última guerra contra el capo hasta que cayó abatido en un tejado de Medellín 17 meses más tarde, sino que obligó al Gobierno nacional a tomar cartas en el asunto.

Casi tres semanas después, el 22 de julio, se dispuso un operativo para trasladarlo de prisión, pero todo se frustró. Escobar y sus hombres secuestraron al viceministro de Justicia, Eduardo Mendoza, y al coronel Hernando Navas, y esa misma noche el jefe del Cartel de Medellín volvió a la calle a sus andanzas.

Todavía es un misterio cuánta gente mató y desapareció Pablo Escobar en La Catedral.

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Braulio Espinosa Márquez, alcalde de Envigado, dice que su municipio sigue cargando el INRI de esa época de violencia infame.

Hace 10 años, la administración de La Catedral fue entregada en comodato a la fundación monástica San Benito Abad, que construyó allí un centro de atención para adultos mayores.

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Son 45 abuelos que conviven hoy en ese espacio remodelado, donde antes había muertos en la cancha de fútbol, jacuzzis en suites privadas y champaña para botar por las cañerías.

Muchos extranjeros que vienen atraídos por narcotures, con la falsa promesa de conocer la celda de Pablo Escobar, apenas logran divisar a lo lejos cómo deambulan por allí los adultos mayores en sus actividades diarias.

A la entrada hay un templo y un altar a la Virgen desde el cual se divisa Medellín y de La Catedral de Pablo Escobar ya solo queda el mito.

Otros temas del especial Pablo Escobar, 30 años de su caída:

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