No había mucho tiempo, el helicóptero con los motores prendidos acosaba para salir a una peligrosa misión. Por eso, el coronel Tomás Morales, comandante del batallón de infantería Joaquín París, en Guaviare , apresura a quien hasta ese momento era su cabo primero Óscar Marino Bonilla para que descargue sus cosas.
Esta vez, la premura era para ascender al militar de 32 años antes de que el helicóptero partiera de nuevo al área de operaciones. La aeronave no dejó escuchar mucho, pero poco después, a través de un radioteléfono, el ahora sargento segundo Bonilla habló del orgullo que sentía.
“Es un honor saber que ahora soy comandante del pelotón y, por ende, el sacrificio por Colombia será mucho mayor”, aseguró.
El pelotón, ahora a mando del suboficial recién ascendido, es un grupo de hombres que retomó su camino a las selvas del Guaviare, luego de la improvisada ceremonia. Su misión inmediata es destruir laboratorios de cocaína.
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El sargento Bonilla no tuvo una ceremonia de honores en un campo de paradas militares, pero sí el reconocimiento a un trabajo que realiza desde hace muchos años.
“Decidí ascenderlo en el área de operaciones para que él pueda seguir desarrollando esa misión fundamental, que es proteger y defender a todos nuestros ciudadanos”, afirmó el coronel Morales.
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El sargento Bonilla, natural de Cali (Valle del Cauca) y con 12 años en el Ejército, y sus hombres permanecen en medio de las selvas del Guaviare, incomunicados y seguramente esperando una línea de señal en sus teléfonos para compartir el resultado de sus esfuerzos.