Juliana Cely, hija de Rosa Elvira Cely, asegura que luego del feminicidio de su mamá se sintió "abandonada". "Siento que hubo una invisibilización total en la que ni la sociedad ni el Estado se preguntaron sobre qué pasó con la hija”.
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Y es que la otra cara de los feminicidios son los cientos de niños que quedan huérfanos. Actualmente el país no cuenta con una política pública que garantice ayudas social, económica y sicológica para cuidarlos y acompañarlos.
Juliana Tenía apenas 12 años cuando su mamá, Rosa Elvira Cely, una vendedora de dulces que soñaba con ser psicóloga, fue asesinada.
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A raíz de su caso, se creó tres años después, en el 2025, la ley Rosa Elvira Cely, en la que se tipificó el delito de feminicidio en Colombia.
Hoy, con 24 años, Juliana abandera una lucha: el cuidado de los niños huérfanos por feminicidios que, como ella, sienten que el Estado les dio la espalda.
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“No solamente está el hecho de cómo tú afrontas que tu mamá se muere de esta manera, sino los traumas que te deja eso: cómo socializar con otras personas o cómo no tenerle miedo a la calle”, complementa Juliana.
El Gobierno no tiene reportes oficiales y el Observatorio Colombiano de Feminicidios, dentro de lo que ha podido registrar, estima que, por causa de los 2.371 feminicidios ocurridos en los últimos cuatro años, 725 niños quedaron huérfanos, algunos de ellos en situación de doble orfandad, porque no solo asesinaron a su mamá, sino que el agresor, al ser su padre, está preso o prófugo.
Como si no bastara con el dolor de perder a quien les dio la vida, los niños sufren de bullying, pobreza y falta de atención emocional y psicológica.
Juliana se graduó por sus propios méritos, se sobrepuso a la revictimización por el asesinato de su mamá y ha sido fuerte para soportar las tragedias que vinieron.
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“Llega un punto en donde tú te preguntas: '¿Qué tan fuerte me tengo que repetir todos los días qué soy?’. Justificar que me abandonaron y tratar de sentirme bien con lo que tengo, con lo que me tocó, cuando en realidad no era lo que tenía que vivir”, manifestó la joven.
Juliana le da voz a cientos de voces inocentes que hoy están sufriendo en silencio lo que ella padeció por más de diez años. Dice que la sociedad le ha fallado a cada niño que no tuvo otra opción más que ser fuerte.
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“No debería estar preocupado por si tiene comida o si puede seguir estudiando, o cómo va a estudiar, porque son preguntas que, se crea o no, llegan a pasarle a uno por la cabeza así esté muy chiquito”, aduce Juliana.
Han pasado doce años de una tragedia que se repite a diario en Colombia y cuyos herederos del dolor y el abandono están desprotegidos por vacíos en la ruta de atención a menores. Una iniciativa en el Congreso busca reglamentar esa atención.
Carolina Giraldo, presidenta de la Comisión para la Equidad de la Mujer, dijo que los menores que han perdido a sus madres por feminicidio están “desprotegidos y muchas veces en extrema pobreza. Necesitamos también que el Estado reaccione, tengan atención psicológica, sigan con su proyecto de vida educativo y estamos planteando también un subsidio pequeño para la manutención”.
El clamor de Juliana Cely, en representación de cientos, no solo es el de proteger a las madres de Colombia, sino también alivianar el duelo de sus hijos y que el Estado y la sociedad les demuestre que sus vidas son invaluables.
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