Magdalena del Río tiene los ojos dulces como la miel. Aunque lleva el nombre de una estrella del cine de antaño, Magdalena
es, más bien, una de esas protagonistas de hechos que no se creen. La perrita tuvo un segundo aliento de vida al ser rescatada por un grupo de viajeros en el río Magdalena, donde luchaba entre los caimanes y el agua para salir de un costal en el cual fue dejada a su suerte.
Elkin Quevedo y sus amigos tomaron un descanso de la vida capitalina. En medio de su viaje, y sin mucho qué hacer, decidieron dar un paseo en chalupa por el Río Magdalena, el cual atraviesa el país de sur a norte a lo largo de 13 departamentos. El trayecto por aquel caudaloso afluente estaría enmarcado entre Girardot y Flandes.
“La idea era conocer parte del río, la desembocadura del río Bogotá y ver algo de fauna por ahí. Vimos caimanes, grabamos muchas cosas y dimos vueltas”. Quevedo comenta que durante el viaje el grupo de amigos vio troncos y basura, pero quedaron inquietados por un costal en particular que parecía moverse contra el curso del agua. “Ese costal se mueve como raro”.
Las dudas se hicieron más grandes y decidieron devolverse para atraparlo. Curiosos, sacaron su teléfono para grabar el acontecimiento, sin saber que al desgarrar el plástico se encontrarían con un animal: “Esta perrita, triste, flaca, enferma, pero de hermosa mirada que nos cautivó”.
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Consiguieron llevarla al hospedaje donde estaban: “Al momento de sacarla estaba en muy malas condiciones. Yo pensé que estaba atropellada porque no movía las patitas y estaba como pasmada”.
Después se darían cuenta de que el único problema de salud que podían ver eran laceraciones en su piel y falta de pelo: “Le sacamos pulgas y garrapatas hasta que pudimos, le compramos comida y esa noche la tuvimos ahí”.
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Al llegar a Bogotá, Elkin tuvo que dejarla en su apartamento para ir a trabajar. Al llegar se enfrentó con la realidad de su nueva compañía.
Mientras cuenta esta historia para Caracol Ahora, Elkin carga a una versión de Magdalena muy diferente a la encontrada en el río: juguetona y sonriente.
La llevó a una veterinaria donde comenzó un tratamiento para el cuidado de su piel. Entre el grupo de amigos hicieron vaca y en equipo han ido cubriendo los gastos del nuevo integrante de su familia.
Entre ellos decidieron abrir una página de Instagram para contar la historia de esta resiliente canina y muchas personas mostraron empatía y admiración frente a la mascota y sus rescatistas.
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Quevedo confiesa que, aunque en algún momento fue propietario de un gato, en sus planes no estaba el tener otro animal. Su pensamiento era el de “yo vivo solo y no tengo como estar pendiente y en el apartamento va a dañar todo”, por ello su plan inicial era darla en adopción, sin embargo, ahora eso no es negociable y espera que ella se quede en su hogar por mucho tiempo. Poco a poco ha ido conociendo a su familia.
Así mismo, las muestras de solidaridad se han hecho manifestar y aunque Elkin ha rechazado los apoyos económicos, sí está abierto a las ayudas de acompañamiento que algunas personas le han facilitado y espacios de encuentro con otros perritos de la ciudad.
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Al momento de contarnos su historia, las personas que veían comentaron que este tipo de prácticas violentas en contra de los animales es más común de lo que se cree, llegando incluso a afirmar que a “las alcaldías no les importa como están los animales”.
En Colombia, la ley 1774 de 2016 establece que los animales son seres sintientes, no cosas, por lo cual recibirán protección especial. Aquel que realice actos dañinos y de crueldad podrán ser sancionados con multas económicas que abarcan entre 5 a 50 salarios mínimos legales mensuales vigentes. Así mismo, quien maltrate a cualquier animal doméstico, amansado, silvestre vertebrado o exótico vertebrado incurrirá en una pena de prisión de 12 a 36 meses.