Un equipo de Noticias Caracol estuvo en el cañón de Micay, Cauca, uno de los territorios que más enriquece al narcotráfico en Colombia
. El 75% de la hoja de coca sembrada en ese departamento se concentra allí. Y, justo por eso, en la zona confluyen distintos grupos ilegales, incluidas las disidencias de las FARC.
En este sitio las Fuerzas Militares se tomaron uno de los ocho campamentos construidos por las disidencias. Tras un intenso operativo fue ocupado y desmantelado por el Ejército Nacional.
Era tal el control que tenían los criminales sobre esta zona, que su trinchera estaba ubicada a plena vista, no en medio de un área boscosa ni de los árboles, sino prácticamente al aire libre. El bastión se encontraba estratégicamente ubicado en las zonas más altas de las montañas de Micay.
El general Federico Mejía felicitó a sus tropas por recuperar este territorio vedado por décadas. “Logramos subir con granadas de mano, pudimos persuadir al enemigo a que se bajara de las trincheras, que se fueran, que no estuviera más acá”, dijo el soldado Jorge Mario Flórez.
Para recorrer el campamento había que hacerlo únicamente por los caminos marcados en el suelo, cualquier paso en falso podía terminar con la activación de una mina antipersonal que criminales instalaron para herir a militares.
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Allí, en el terreno, la periodista Stephanie Valencia y el equipo de Noticias Caracol fueron testigos del hostigamiento de los grupos al margen de la ley. En medio de labores de reportería escucharon las ráfagas que hacían los grupos armados.
“¿La guerrilla es la que está disparando como locos allá, desesperados? La guerrilla está desesperada disparando y esperando a que nosotros le respondamos”, dijo el comandante del comando específico en comunicación por radio con sus hombres.
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Pero en esta zona las disidencias de las FARC no solo siembran minas, también usa menores, denunció el general Mejía: “Salen vestidos de blanco, con niños tomados de la mano, para que los soldados no puedan disparar ni atacarlos a ellos, para que a las 6:30 de la tarde, cuando ya está todo oscuro, lancen una ofensiva dura y los soldados no puedan responder porque ya psicológicamente advirtieron la presencia de niños. Esto merece la indignación mundial”.
Este es el panorama al que se enfrentan desde hace una semana los hombres del Ejército. Su meta es continuar izando la bandera de Colombia en cada territorio que deja de ser de la disidencias de las FARC y vuelve a ser de todos.