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Cada noche un grupo de voluntarios sale en triciclos para entregar El pan de San Antonio a los más necesitados de Cali, una labor que pese al sacrificio deja una recompensa de vida.
“Empezamos a salir con un carrito de mercado diciendo a nuestros amigos y a la gente ‘si tenés pan dejanos y si no tenés coge con toda confianza”, cuenta Esther Victoria, directora de la iniciativa.
Y a San Antonio le consagraron la iniciativa para que no falte el pan de cada día, ese que esperan centenares de habitantes de calle en Cali como Emilio Calderón, que también pensó en sus amigos les lleva una bolsa de comida a domicilio.
“Toca llevarles también comidita, a mí me gusta ser generoso con todos. Mi Dios dijo ‘donde hay para uno, hay para varios”, afirma.
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A los habitantes de calle en Cali que duermen les dejan el pan a un lado para que se despierten con el desayuno asegurado.
La labor de los voluntarios requiere sacrificios, kilómetros de pedalazos, trasnochos e imprevistos que olvidan cuando reciben a cambio una sonrisa.
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Cada día, los voluntarios del pan de San Antonio recorren cinco sectores un total de mil panes a habitantes de calle en Cali, que consiguen gracias a donaciones.
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