Los campesinos en Boyacá son símbolo de fortaleza y constancia. Las adversidades son, además, el motor para que estos trabajadores no desfallezcan.
Papa, cebolla, zanahoria, frutas y verduras se producen en esta zona del país gracias a sus laboriosas manos.
Las dificultades son muchas, pero aún más las ganas de salir adelante.
"En un día en el campo, la labor se comienza de 7:00 a 7:30 de la mañana hasta las 5:00, 5:30 de la tarde, llueva, truene o relampaguee. Al sol y al agua toca debajo de la bomba o del azadón", dice Héctor Alcides Rojas, campesino boyacense.
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Estas manos producen lo que se sirve en la gran mayoría de las mesas de los colombianos. El esfuerzo no es fácil, pero saben de la importancia de su labor.
"Toca trabajar para llevar a las ciudades también, porque la gente de las ciudades con que se mantiene sino fuera por el campesino", cree Héctor Quemba.
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Vivir en sus paisajes sin duda es envidiable. Por eso, los agricultores siempre piensan en sus familias, en sus animales y sus cosechas.
Así lo dice Ana Cuchivague: “En el campo hay de comer, de tomar, bendito sea mi Dios. Trabajando ahí se moja uno, se quita la salud, pero ahí vamos".
Más allá de las jornadas y sus batallas, ser campesino para ellos, representa un honor.
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"Yo me siento orgulloso de ser campesino, de todas maneras pues la vida del campo es muy linda. Acá en el campo uno la pasa bacano, considera el labriego Humberto Suesca.
Lo cierto es que estos hombres y mujeres escriben historias cargadas del amor propio y del amor a una tierra que nos muestra su templanza con cada puesta del sol.
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