Con drones y visores nocturnos comandos de las fuerzas especiales de las Fuerzas Militares y los indígenas buscan a los cuatro niños perdidos en selva entre Caquetá y Guaviare tras el accidente de la avioneta en la que iban junto con su mamá y dos personas más. Un equipo de Noticias Caracol se metió en el corazón de la operación Esperanza y conoció detalles inéditos de cómo trabajan los rescatistas.
Los zapaticos rosados de la niña de cuatro años permanecen intactos en el sitio de la tragedia. Están en medio de las latas del avión del que, aseguran, los cuatro niños salieron con vida.
A pesar del cansancio que muchos dicen sentir, esos zapaticos son la esperanza para los más de 200 indígenas y militares rescatistas que buscan en medio de la selva la fuerza para no desfallecer.
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Un equipo de Noticias Caracol abordó el helicóptero en Calama, Guaviare, y acompañó a uno de los grupos especiales durante el arduo trabajo.
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Después de sobrevolar por casi 40 minutos la selva del Guaviare y pasando el río Apaporis, uno de los afluentes por donde se intensifica la búsqueda, la aeronave aterrizó en un improvisado helipuerto construido por los indígenas y los militares.
Tras la salida de la aeronave del sitio, cayó un impresionante aguacero. El mal estado del tiempo no frena la misión.
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Ya en la noche, mientras que algunos comandos toman el turno para seguir la búsqueda de los niños perdidos en Guaviare, otros que caminaron la selva por horas y varios kilómetros más adelante eligen un sitio para armar sus cambuches.
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Los escogidos para descansar esa noche son cuidados por turnos de dos horas por parte de sus compañeros, ya que en esta zona hay una fuerte presencia de las disidencias de las FARC, grupo armado ilegal con el que hay una ruptura total del cese al fuego. Por eso, extreman todas las medidas.
“Acá llevamos 15 días como tal seguido, hay mucho insecto en la montaña, también es bastante espesa”, comenta uno de los comandos de operaciones especiales de las Fuerzas Militares, en voz baja.
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Señala que hablan de esa manera en la noche “para no ser detectados por el enemigo” y tampoco se encienden luces.
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Por la improvisada trocha entre la selva que abrieron los indígenas y los militares para llegar al sitio de la tragedia se ven pasar frecuentemente indígenas cargando los alimentos que envía el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar a todos los rescatistas, que están selva adentro.
Con drones, los comandos de operaciones especiales buscan a los niños en varios puntos y también vigilan a los grupos mixtos de rescatistas en tierra.
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“Con el refuerzo de los indígenas y la persistencia de los hombres de fuerzas especiales, tenemos la esperanza de poder encontrar a los niños en los próximos días”, manifestó el mayor Armando Guerrero, integrante del comando de operaciones especiales.
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Mientras que 16 indígenas y un soldado han tenido que abandonar la selva por problemas de salud, los que se quedan en medio de las más difíciles condiciones aseguran que su misión termina hasta regresar los niños perdidos en la selva a los brazos de su padre y su familia.