Freddy Alexander Uribe pasó de ser un gran empresario paisa de Medellín a ser una persona que se recorre el mundo en una bicicleta. Lo vendió todo y asegura que no se arrepiente.
“Me enamoré de esa manera de vivir, de esas aventuras, y me quedé en ese paseo que iba a hacer de unos pocos meses y me quedé viviendo así. Pero no era una decisión inicial”, reconoce.
Ahí fue donde realmente encontró la felicidad. Vendió su empresa, su casa, sus electrodomésticos y hasta su ropa. Desde el 2017 anda en una bicicleta, con unas pequeñas maletas, donde le caben sus cositas, las que le permiten ser feliz.
“Me cabe toda mi casa. Me cabe desde unas ollas, un fogón, mis platos, mis pocillos, mis cucharas; voy con leche, azúcar, chocolate, mantequilla, galletas, pan”, cuenta.
“Es muy teso, porque tomar una decisión de uno dejar todas las comodidades de la casa y decir que va a salir a ser feliz, sabiendo que va a pasar muchas necesidades en la calle, me parece algo complejo. Pero viendo al hombre, veo que en realidad es feliz, y con muy poco”, reconoce su amigo Diego Espinoza.
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Ya ha recorrido más de seis países. A sus 50 años, dice que tiene toda la vitalidad para darle tres vueltas al planeta: “Yo sobrevivo elaborando y vendiendo artesanías, son unas bicicleticas que hago en un alambre de aluminio, con un par de arandelas. Aprendí a ser muy animalista, vivo con un presupuesto muy bajo”.
Este empresario paisa acampa donde pueda y hace trabajos varios para poder comer. En su casa portátil lo que cabe es lo necesario.
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“Esa estabilidad que tenía la disfruto ahora en mi soledad, en mi carpa, en mis viajes. Extraño tener a mi familia bien cerca, pero uno se acostumbra”, afirma.
La pasión por su caballito de acero llena a este empresario paisa de ganas de luchar y de entender nuevamente que lo material es nada y que la felicidad es un lujo que pocos se pueden dar.
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