El Bronx, la avenida de Greiff y los bajos del puente de La Minorista, estos tres lugares, ubicados en el centro de Medellín y separados por algunas calles, podrían considerarse como el ‘Triángulo de Las Bermudas’, sitios en los que el abandono, la falta de institucionalidad y, sobre todo, las drogas literalmente consumen a los seres humanos.
Rogert Urbina fue uno de ellos. Llegó desde Venezuela a trabajar como chef, pero la presión laboral lo llevó a la calle del Bronx. Estuvo dos años como habitante de la calle.
“Yo llegué a consumir varias sustancias, la que me llevó a mí a la calle fue el bazuco. Yo llegaba a veces a gastarme 60, 70.000 pesos en el transcurso de un día completo”, cuenta Rogert.
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Isabel Cristina Cadavid, secretaria de Inclusión Social de Medellín, señala que “la problemática empeoró con la pandemia porque Medellín es una ciudad que, por su clima, por su gente tan acogedora, por su ubicación geográfica, por las oportunidades que brinda, se hace muy llamativa”.
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Según Inclusión Social, en tres años, la Alcaldía de la capital de Antioquia ha realizado 4.000 atenciones a extranjeros que cayeron en la mendicidad. El Observatorio de Turismo identificó a 40 en 2023.
“Hemos identificado que dentro de las nacionalidades hay europeos, hay norteamericanos, hay centroamericanos y también de otros países de Suramérica”, afirma Carlos Calle, coordinador del Observatorio de Turismo de la Personería de Medellín.
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Pero detrás de todo este consumo, dicen los expertos, hay un negocio montado, una renta ilegal que tiene que ver con turistas, rumba y drogas.
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“Se podría estar hablando de entre 6.000 a 9.000 personas, habitantes de calle, sin contar la población flotante… Estamos hablando de que la mayoría consumirían drogas y estamos hablando de un promedio de unos 50, 70.000 pesos diarios”, explica Luis Fernando Quijano, experto en seguridad.
Emily da Costa es una ciudadana extranjera que logró salir de las calles gracias a una fundación. Desde Venezuela, a donde regresó después de tres años en la mendicidad, envió su testimonio.
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“La primera vez que probé eso ya no quise parar, ya dejé de trabajar donde estaba trabajando, empecé a salir a las calles, los primeros sitios donde frecuentaba era Botero, ya luego fue tanto el vicio que llegué a las calles del Bronx”, relató.
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La reflexión de los expertos habla de necesidades. Una, políticas que atiendan el fenómeno turístico, que le pongan freno al fácil acceso a sustancias prohibidas, y otra, que busque una atención más efectiva, más preventiva de los habitantes de la calle en Medellín, política que ha fallado en los últimos gobiernos.