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El sermón de los obispos del Catatumbo: aseguran que “era una guerra anunciada”

Los obispos de Tibú y Ocaña le hacen un llamado a Colombia y responsabilizan a los últimos gobiernos de la tragedia humanitaria en el Catatumbo. “Del escritorio al territorio hay gran distancia”, recuerdan.

La tragedia humanitaria en la región del Catatumbo fue una guerra anunciada, dicen monseñor Ismael Bravo, obispo de Tibú, y monseñor Orlando Olave, obispo de Ocaña. Ellos responsabilizan al actual Gobierno y a los anteriores de no dar soluciones concretas a la crisis que hoy tiene a esa zona de Norte de Santander sumida en la violencia, el miedo y el abandono.

Los obispos le dicen al ELN que crean en el diálogo y le piden seriedad. Aseguran que en el Catatumbo no hay obras ni inversión por culpa de los corruptos. Sus fieles están frustrados por las promesas incumplidas. Al Gobierno Petro le piden que acelere los cambios que tanto prometió.

(Lea también: Desplazados del Catatumbo denuncian dificultades en atención médica: "El problema es la salud" )

Mientras el Catatumbo se desangra, los obispos de las diócesis de Tibú y Ocaña hacen la más cruda radiografía de lo que pasa en esa región.

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En diálogo con Juan Roberto Vargas, director de Noticias Caracol, los representantes de la Iglesia católica le cantan la tabla al actual Gobierno, a los anteriores gobiernos y al país en general, para que, de una vez por todas, le presten atención a la tragedia humanitaria que vive la zona donde realizan su labor pastoral.

Los jerarcas de la iglesia católica cuentan cómo hacen su labor mediadora y humanitaria en medio de las balas y del miedo, pero también en medio del total abandono del Estado y de la corrupción rampante de políticos locales, que, aseguran, no deja que haya obras en los 11 municipios del Catatumbo.

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Sus advertencias son claras: la guerra en esa zona estaba más que anunciada. Las promesas de cambio no se han traducido en soluciones. Además, enfatizan en que una cosa es mandar desde un escritorio y otra ver lo que pasa en el territorio.

Juan Roberyo Vargas: ¿Cómo está hoy en día la situación en el Catatumbo?

Monseñor Orlando Olave, obispo de Ocaña: “La situación sigue igual, en una realidad de confrontación de estos dos actores armados, alguno con más beligerancia, como es el ELN y con una intención de quedarse en el territorio, como ellos mismos lo han expresado. Con unas justificaciones quizá válidas para ellos, pero para nosotros, como iglesia, siempre la violencia, la guerra y la muerte será el fracaso humano, como ha acostumbrado a decir el papa Francisco”.

“Y entonces la realidad sigue. Aunque algunas familias han retornado a sus territorios, el dolor y la frustración siguen, porque no es simplemente el volver a su tierra, sino toda la frustración y la angustia con la que nuestras comunidades viven”.

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JRV: Alguno de los sacerdotes de los que los acompañan a ustedes en esa labor pastoral le dijo al diario El País, de España, esta semana una frase: “Era una guerra anunciada”. ¿Qué opinión tienen?

Monseñor Ismael Bravo, obispo de Tibú: “Pues, era una guerra anunciada porque ya nosotros habíamos advertido, y no solamente nosotros, sino todos los organismos nacionales e internacionales que trabajan por los derechos humanos en el territorio, que la confrontación se veía venir”.

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“Era una guerra anunciada, porque pues en el territorio estos grupos ponen sus leyes, hacen sus acuerdos y llega un momento en el que un grupo decide que el otro lo está haciendo mal y decide aniquilarlo o borrar. Tienen sus razones, según ellos, y eso generó esta situación tan dolorosa, tan cruel, donde en medio de toda esa confrontación siempre queda el pueblo”.

“Muchos de esos caseríos del Catatumbo no tienen agua potable, no tienen un sistema de agua. Aunque todas las organizaciones repartamos filtros, tanques, cosas para mejorar las condiciones de vida, eso sigue siendo una cosa muy corta y el Estado siempre termina diluyéndose y perdiéndose. Y, pues claro, en un lugar donde uno empieza a ver que la fuerza del Estado, la presencia del Estado es tan débil, pues otros hacen su papel y si se hace con la fuerza de las armas, pues las armas siempre nos van a llevar a la destrucción y a lo más inhumano del humano, que es la guerra”.

JRV: ¿Ese Estado en el Catatumbo hoy quién lo representa?

Monseñor Orlando Olave, obispo de Ocaña: “Sin duda hay una representación de la institucionalidad: está el gobernador, están los alcaldes, están los consejos municipales, estamos otras instituciones y la fuerza pública, pero, sin duda, lo que uno percibe sí es que falta una institución del Estado presente, fuerte”.

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JRV: ¿Eso hace que grupos como el ELN sea la autoridad?

Monseñor Orlando Olave, obispo de Ocaña: “Claro, ellos hacen presencia en los territorios (ELN) y direccionan normas. En el Catatumbo son más o menos 375.000 habitantes, de los cuales en las cabeceras municipales el ELN está en 18% y en la región rural en el 44%, o sea, cerca de la mitad".

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"Cuando no hay una presencia del Estado, y que no responde solo a este Gobierno, o el Estado es ausente en muchos años a esa realidad de corrupción que también ha golpeado a nuestro territorio, pues otros actores se hacen presentes y ponen las normas”.

Monseñor Ismael Bravo, obispo de Tibú: “Hay comunidades que se le han plantado a los grupos armados, como la comunidad de Pacheli, el resguardo indígena Barí, son comunidades que les han dicho: ‘respete nuestros derechos, respeten nuestro caserío, no se metan’ y se los han respetado hasta cierto punto, pero como no hay quien apalanque ese trabajo que la gente hace, pues todo termina quedando a mitad de camino”.

“Toda la institucionalidad y todos los recursos que deben llegar no llegan. Uno siempre pone su mirada cuando el conflicto llega, pero en realidad no solo es el conflicto. Es un problema el descuido del Estado, el narcotráfico que se fortalece, la cultura de la ilegalidad que todo el mundo maneja, entonces como que todo eso hace una combinación perfecta para que esto explote cada día más y la solución no se vea pronto”.

JRV: El papel de la iglesia ha sido fundamental para buscar soluciones y para acercarse a esas comunidades. Es más, son los únicos que pueden entrar al territorio. ¿Esa mediación en qué se ha traducido?

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Monseñor Orlando Olave, obispo de Ocaña: “De mi parte, hemos intentado al final salvar vidas, o sea, mandar un mensaje siempre que la guerra y la violencia no es la solución, porque al final nos interesan todas las vidas, no solamente la vida de unos pocos. Nos interesa la vida de los guerrilleros, nos interesa la vida de los militares, de los policías y de la gente civil. O sea, nos duele igual cuando muere alguna de esas personas fruto de la violencia, además que la mayoría son jóvenes. Entonces, nosotros estamos insistiendo siempre es en esa cultura de la paz y de la reconciliación, pero que obviamente solo nuestro mensaje llega, pero necesita una fuerza mucho más grande que transforme el territorio”.

JRV: En esta crisis puntual, ¿qué han logrado? Cuando han entrado ustedes los sacerdotes, ¿qué les dicen y qué logran?

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Monseñor Ismael Bravo, obispo de Tibú: “Hay que advertir primero que nosotros siempre hemos estado en el territorio, nosotros no vamos por un programa o por un proyecto. Nosotros vivimos, sufrimos y caminamos con el pueblo del Catatumbo”.
“Los sacerdotes que hay en la diócesis de Tibú, que somos más o menos 30 en todos los caseríos en los que acompañamos, los otros sacerdotes de la diócesis de Ocaña, que son más o menos entre 60 y 80, ellos están entregados en cada uno de sus caseríos. Entonces, eso ha permitido que la gente confíe en nosotros. Esa confianza que se ha construido y ese respeto que se ha generado con nosotros, pues nos permite también ayudar primero en esta crisis, pues haciendo albergues donde nosotros asistimos a la gente”.

“En Tibú sigue habiendo todavía unos albergues, hoy ya más a cargo de la alcaldía. En Ocaña, todavía en los albergues a cargo de la diócesis de Ocaña, hemos empezado a ayudar a tramitar la salida de unas personas retenidas por el grupo del ELN y ellos nos han pedido el favor de recibirlos. Nosotros lo hemos ido a hacer con mucho gusto, con el deseo de salvar las vidas, porque pues esa es nuestra gran misión y esa es la razón de ser del Evangelio, que la muerte sea vencida con el respeto por la vida y la construcción de la justicia, y en eso los padres han tenido que ir a lugares apartados, dirigirse por canoas y hacer recorrido por trochas”.

JRV: ¿Les ha tocado levantar cadáveres?

Monseñor Ismael Bravo, obispo de Tibú: “Esa parte no nos ha correspondido. Ahora último se ha tratado de consolidar una comisión humanitaria con la ONU y la Defensoría del Pueblo, pues estamos tratando de consolidar el trabajo, junto con la iglesia, para asistir también a esa parte de levantar cadáveres, pues que todavía no se ha comenzado a hacer porque los conflictos continúan en la zona”.

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JRV: ¿Qué opina de los diálogos que se venían adelantando con el ELN?

Monseñor Orlando Olave, obispo de Ocaña: “Yo siempre he creído en los diálogos y con el diálogo hemos entendido que la guerra no es la solución. Este país no lo vamos a transformar imponiéndonos ninguno. Nosotros siempre como Iglesia católica siempre le hemos pedido seriedad a los grupos”.

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“En algunos diálogos que yo he podido tener digo: apostémosle a la paz, pero también ustedes tienen que mostrar deseo de paz. Yo creo que ese es el camino, el deseo de paz”.
“A veces desde el centro es muy fácil que algunos digan: ‘eso que metan el Ejército’. El dolor que eso podría causar… Obviamente, no estamos diciendo que no vayan, pero sí debe haber una presencia clara, pero no solo del Ejército. El tema no es de bala, no es el que eche más bala o el que se imponga, es el que sea capaz de mirar racionalmente, y los invitamos a los actores armados a que racionalmente entendamos que el conflicto no es la solución de este país”.

Monseñor Ismael Bravo, obispo de Tibú: “La solución es muy sencilla, pero por lo mismo es tan compleja. La solución es una inversión social en el territorio. ¿Pero qué pasa con esa inversión? Que empiezan los políticos, que empiezan las burocracias, que empiezan los sistemas que se han organizado en un país que en el papel es perfecto, pero que en la realidad se vuelve tremendamente complejo, porque para hacer cualquier carretera, para hacer cualquier cosa, hay que hacer una cantidad de trámites: dicen que una junta de acción comunal no puede, que una sociedad del lugar no puede adelantar, que una empresa no puede adelantar, que una empresa no puede llevar (…) Si hubiera una decisión firme de los gobiernos a no dejarse llevar por la corrupción, pero al territorio no va a llegar la inversión que se iba a hacer. Ahí es donde tenemos que el problema la corrupción termina siendo el motor para que la guerra no pare”.

JRV: ¿Esos políticos corruptos terminan siendo cómplices de esos grupos que terminan dejando a la gente abandonada?

Monseñor Orlando Olave, obispo de Ocaña: “Es un círculo perverso”.

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Vea la entrevista completa en el video que acompaña esta nota.