El relato de mujer en cárcel de Medellín que denuncia haber sido abusada por guardianes del Inpec
Andrea Esperanza Valdez cuenta que, como consecuencia de esas violaciones, cometidas por dos guardianes del Inpec, quedó en embarazo. Hoy tiene siete meses de gestación y asegura que quisieron hacerla abortar.
De todas las infamias posibles que pueden vivirse en una cárcel de Colombia, más allá de la muerte, por supuesto, a Andrea Esperanza Valdez le correspondieron las más horrendas: una doble violación, presuntamente, por parte de guardianes del Inpec
; un embarazo no deseado como consecuencia de ese abuso y, finalmente, un complot para forzarla a que abortara.
"Una desolación, un dolor grande, sí ve, sentí una sensación muy extraña, horrible, porque, hombre, quedar embarazada por una violación", afirma Andrea.
Todo ocurrió el año pasado detrás de barrotes, en la cárcel El Pedregal, de Medellín. Andrea dice que cayó en desgracia cuando se negó a colaborar con la mafia que ingresaba droga a esa penitenciaría, al parecer, con complicidad de la guardia. Como ella no recibía visitas desde hacía años porque su familia en Bogotá no tenía dinero para desplazarse, le pidieron que autorizara la entrada de emisarios de esa organización. Andrea se rehusó y denunció ante organizaciones sociales que velan por los derechos de las internas. Ahí empezó su viacrucis.
Andrea: "Utilizaron a las internas, a mis compañeras, a otras privadas de la libertad, para que me rayaran la cara y me cortaran el cabello como retaliaciones a esas denuncias que yo había instaurado al interior de ese establecimiento".
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Noticias Caracol: Pero, ¿qué es lo que denuncias que genera esa retaliación? Andrea: "Eso, que los miembros del cuerpo de custodia utilizaban allí en esa cárcel, utilizaban las mismas internas para que, como se dice coloquialmente aquí en las cárceles, me dieran mala vida que por sapa. Pero no, yo digo que no era por sapa, era la única manera que yo tenía para poder hacer defender mis derechos, cierto, de alzar la voz, manifestar lo que me estaba sucediendo allí. Todo porque en un tiempo no quise colaborar con una organización que maneja allá esas personas de Medellín para ingresar cosas ilícitas, droga".
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El infierno en el infierno, se diría. En julio pasado, para proteger su vida, la aislaron en una celda de la Unidad de Tratamiento Especial (UTE), lugar de paso para las reclusas. Pero no encontró allí la salvaguarda que buscaba sino la pesadilla que tanto temía. Primero, en la madrugada del 29 de agosto.
"Entra un dragoneante, robusto, alto. Y, como le digo, yo pienso que es una raqueta o algo y no. Sencillamente él entró, no sé si a saciar su deseo carnal o no sé qué es lo que tenía en la mente esa persona para hacerme eso. Me levanto y pues yo tenía un top y el pantalón del pijama. Ya él me toma el brazo y me tira al planchón, allá es un solo planchón con la ducha y todo. Y empieza a tapar, me tapa la boca, yo empiezo a gritar. Yo empiezo a gritar fuertemente, pero como le digo, eso es un lugar muy desolado, nadie lo puede escuchar a uno, cierto. Y me quita el pantalón de la pijama, ya, me penetra, me hace esa maldad, abusa de mí", cuenta.
Antes de irse, dice Andrea, el dragoneante le notificó lo siguiente: “Siga llamando a esas fundacioncitas y póngase a denunciar y verá que ahí sí la legalizamos". "Legalizar allá es matarlo a uno. Allí, inclusive al interior de esa UTE se murió una nena, Allison, dijeron que se había ahorcado, pero ella nunca se ahorcó. Entonces yo teniendo conocimiento de todo eso, de lo que hacían allí y que todo quedaba impune, bueno, yo me llené de miedo y es verdad, le hice caso, nunca le dije nada a nadie".
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Tal como se lo advirtieron, Andrea guardó silencio. No sabe muy bien si fue por físico pánico o porque la tristeza sencillamente la devoró por dentro. Apenas una semana después, en la madrugada del cinco de septiembre, según ella, fue violada por segunda vez. "Él abre esa celda y es para hacerme lo mismo que me hizo el primer sujeto, sí, para hacerme este acceso violento. Para mí, porque ya fue más grosero, más atarván, más animal, porque para mí ni un psicópata ni un hombre que esté mal de la cabeza haría eso, más atarván, más abusivo. Porque ya empieza es a apretarme duro y yo pataleaba, por más de que pataleara, por más de que hiciera lo que fuera, uno nunca puede con la fuerza de un hombre. Cuando ya este tipo vuelve y más o menos me repite casi lo mismo: que tuviera el pico totalmente cerrado porque si no me lo cerraban".
Devastada, asegura, sobrevivió como pudo aquellos días ruines entre la rutina y el espanto en la cárcel El Pedregal. A ese lugar llegó trasladada en 2017 para terminar de cumplir su condena. Pero el calvario estaba bastante lejos de terminar. El 11 de octubre fue llevada de urgencia a sanidad luego de que la hallaran desmayada en su celda.
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"Yo me despierto en sanidad y le pregunto a la enfermera que qué pasó, ella me dijo que me habían traído las dos dragoneantes y yo le pregunto a la dragoneante y me dice: “yo la encontré desmayada en la celda, Valdéz, debe estar muy débil y es que usted no está comiendo ni nada de eso”. Me dice delante de los doctores, yo miro y ya me habían hecho exámenes porque ya me veía que es me habían chuzado, me habían sacado sangre. Entonces la enfermera me dice que ya me hicieron unos exámenes y eso, exámenes que nunca me dieron los resultados, nunca me dieron los resultados, ya me llevan de nuevo para esa UTE, que no, que ya estoy bien, que debo es alimentarme muy bien. Me debía inyectar complejo b porque estaba muy desnutrida, cierto. Yo sí sentía los síntomas porque sí sentía mucho mareo, mucha debilidad, pero yo lo asociaba con ese estado emocional en el que yo estaba pasando".
Colprensa
Sin mayores explicaciones, a principios de noviembre un guardia la abordó con una prueba de embarazo casera y le pidió a una dragoneante que la acompañara al baño para salir de toda duda. Dos rayas aparecieron confirmando la noticia. "pero ¿por qué él llega con una prueba de embarazo, por qué? Yo digo que ya sabían. Yo digo que ya sabían porque nunca me quisieron dar los resultados de los exámenes que me hicieron cuando me encontraron desmayada allí en la UTE".
Consternada, ese mismo día Andrea solicitó a la dirección de la cárcel que la trasladaran para el pabellón de gestantes. Pablo Yamid Ramírez, director del penal, fue informado de la situación y ordenó que Andrea fuera a su despacho.
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"El director me dice que por qué le estoy solicitando un cambio de pabellón al de gestantes y que tiene una prueba de embarazo que salió resultado positivo, y que eso es una situación que es alarmante para él porque él ya había revisado en el sistema mis visitas y yo no, me dijo: "Andrea, yo nunca he autorizado una visita íntima para usted masculina". Yo estaba rota, destrozada por dentro, estaba destrozadísima y el llanto ni siquiera me dejó hablarle ni responderle. Yo solamente lo miraba, pero yo sé que mis ojos se lo decían todo".
Pero, como si ya no fuera tanto, faltaba un capítulo todavía más siniestro en esta historia. El 20 de noviembre pasado, tras consumir su almuerzo, Andrea se sintió súbitamente mal. "Yo comí, tenía hambre. Eran dos presas de pollo, una ensalada, arroz. Yo almuerzo y en cuanto me como estos alimentos, como a los 20 minutos, 15, empiezo a sentirme super mal. Empiezo a sentirme super mal. Empiezo a tener un dolor horrible. Me dolía mucho mi estómago y me fui a vomitar. Me daba muchas ganas de vomitar. Cuando estoy vomitando siento como si me hubiera hecho chichi y no, me miró el protector y tenía sangre".
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Andrea salió remitida de urgencia al Hospital General de Medellín. Después de los exámenes de rigor, el médico le dijo que el bebé estaba bien, pero le lanzó una pregunta que la dejó fría: "Cuando sale un doctor y bueno me dice ‘Tranquila, mamá, ese bebé está bien aferrado a la vida’, y se me acerca y me dice: ¿Usted ha querido interrumpir su embarazo? Ahí yo me preocupo, me alarmo totalmente y ya ahí es cuando yo le cuento a ese señor. Era un señor y le digo: ‘No, mire, lo que me pasa es que a mí me pasó esto, esto, en esa cárcel y le pido por favor que no le no le dé mis diagnósticos a esas dragoneantes, no confío en ellas’".
"Al médico yo le pregunto que por qué me había dicho que por qué quería interrumpir mi embarazo. Y entonces me dice: ‘Bueno, mamá, en los exámenes los resultados son muy dudosos para uno determinar qué químico es lo que está generando esas reacciones en su cuerpo. Pero en lo que usted vomitó sí se encontraron unos residuos de cytotec'. Yo le pregunto qué es eso. ‘No, eso es algo para interrumpir el embarazo’. Y ya entonces él sale y yo quedo prácticamente en shock".
Para ir resumiendo: no solo la amenazaron y la torturaron y la violentaron en su celda dos veces dos guardias distintos, de acuerdo con su descarnado relato, sino que además se urdió un complot para tratar de interrumpir su embarazo.
"Pienso que querían interrumpir mi embarazo porque es la prueba más evidente de lo que me hicieron en ese lugar, porque tal vez ellos en su afán de cumplir una misión que les hayan mandado a hacer, por algo que viene y va en la vida, por plata, porque yo sé que todo esto que me hicieron al interior de ese establecimiento fue por eso, con sus retaliaciones y mandándome a hacer tantas cosas, se les fue la mano".
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El expediente que adelanta la Fiscalía por este caso, conocido por Noticias Caracol, cuenta ya con dictámenes forenses y sospechosos identificados, además de una decena de entrevistas entre quienes se cuentan los médicos que atendieron a Andrea y varios funcionarios de El Pedregal, incluidos el director y el subdirector, Pablo Yamid Ramírez y Carlos Arturo Yepes, respectivamente.
Andrea Esperanza Valdez
Archivo particular
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Sobre Yepes, Andrea no duda en señalar: "Nunca he escuchado que se manifiesten frente a ese caso. El subdirector siempre fue complaciente con todo lo que me sucedía al interior de su establecimiento. El director al menos se preocupó. ¿y por qué el subdirector era complaciente? Porque siempre que yo le manifestaba y le interponía estas denuncias y le replanteaba lo que me estaba sucediendo antes de él lo único que me decía y me lo dijo en una ocasión de que a los sapos les pasaba eso, que era mejor tener la boca cerrada".
Andrea fue más allá. De acuerdo con su versión, días antes del episodio del intento de aborto, a ella la obligaron a ir sanidad para hablar con un médico que le preguntó si quería interrumpir su embarazo. La cita la agendó, según le confesó el galeno, el subdirector Yepes:
"Eso fue en el cope el pedregal. Me dice que es por protocolo de la cárcel, pero entonces yo le digo que yo esta cita no la había pedido, yo dije, pero esta cita yo no la pedí y no, mi cita supuesta, se supone que pues ni siquiera me atendían ni me daban sanidad allí’. ¿quién tramitó esa cita? Él me dice que eso es autorizado por el subdirector. Él me dice de inmediato, él siempre como que curándose en salud. Me decía ‘Me solicitó el señor subdirector que la viera, usted quiere interrumpir… y yo no, no, señor, de ninguna manera"
Noticias Caracol: ¿Usted cree que el subdirector quería, digamos, que terminaras abortando? Andrea: "Relativamente, doctor, porque, así como fue complaciente con todo lo que me sucedía al interior de ese establecimiento, no iba a dudar en maquillar ni en ocultar las cosas. Vuelvo y le repito, porque hay un dios que todo lo ve y me sacó de allá de ese infierno, porque o si no sé que él hubiera hecho hasta lo imposible por maquillar las cosas, por ocultarlas y porque todo hubiera quedado impune".
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Palabras mayores que hoy investiga la justicia. Felipe Alzate, abogado de Andrea Váldez, cuenta que por la amenaza de aborto de su defendida no ha sido posible practicarle al bebé exámenes de ADN para determinar quién es el padre. También aseguró que es indignante que ella siga todavía bajo la custodia del Inpec.
"Ella o tiene que ser beneficiaria de una domiciliaria o tiene que haber un sitio de reclusión especial distinto donde pueda estar recluida. Para ella, es muy complicado en su calidad de de mujer, en su calidad de mujer embarazada, tener que ver todos los días a funcionarios del Inpec, esa misma institución que le ha vulnerado sus derechos y sus garantías fundamentales. Quienes estaban llamados a custodiarla, quienes estaban llamados a cuidarla, fueron finalmente quienes terminaron transgrediendo sus derechos fundamentales", afirmó Alzate.
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Estas graves denuncias hicieron que en enero pasado el Inpec la trasladara a la cárcel El Buen Pastor de Bogotá, donde se siente un poco menos intranquila. Fuentes del Inpec confirmaron a este noticiero que el director del penal fue trasladado a otra cárcel y que el subdirector Yepes fue retirado el mes pasado de la institución. Los guardias investigados también fueron enviados a otros centros carcelarios. La justicia estrecha el cerco sobre todos los involucrados mientras ellos insisten en su inocencia.
Hoy Andrea tiene más de siete meses de gestación y un nombre bíblico para su bebé: Daniel. Es muy creyente.
Noticias Caracol: Y desde esa perspectiva, digamos, religiosa, ¿cómo evalúas, digamos, este calvario que te ha tocado atravesar? Andrea: "Bueno, pienso que Dios les da sus peores batallas a sus mejores guerreras. Entonces, así como él pone la herida, él la venda, él hiere, pero él calma la herida, cierto. Y Dios me va a ayudar a que se haga justicia, a que nada quede impune". Noticias Caracol: ¿Y a tu bebecito le dices cosas, hablas con él, ¿qué le dices? Andrea: "Sí. Yo estimulo mucho la comunicación con él. Le hablo cuando me estoy alimentando, le voy hablando, se me mueve ya bastante, se me mueve demasiado, como le digo, lo cuido mucho, demasiado, demasiado, a capa y espada siempre lo he protegido, es una vida, no tiene la culpa, cierto, entonces debo protegerlo como mamá, soy su mamá y siempre lo voy a proteger".
Andrea Esperanza Valdez ya hizo las paces con esta sucesión de tragedias que le tocó vivir, pero espera que la justicia alcance un día a los responsables de semejante ignominia.