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El peligro de informar en Cúcuta: periodistas, bajo la amenaza del crimen

Sembrar miedo para ejercer control, con esta estrategia los criminales someten a los ciudadanos de Cúcuta y, de paso, a los periodistas para que no divulguen lo que está ocurriendo en la ciudad.

Un joven reportero torturado y asesinado, y otros siete comunicadores amenazados tienen a Cúcuta sometido por bandas criminales, que intentan que no se conozca lo que sucede en la capital nortesantandereana.

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Las amenazas se convirtieron en el pan de cada día en Cúcuta. El punto de quiebre para que la ola de violencia arreciara en la capital de Norte de Santander fue el domingo 14 de abril de 2024, cuando la ciudad se estremeció con el asesinato de Jaime Vásquez Giraldo, el veedor de Cúcuta asesinado tras denunciar reiteradamente la corrupción. Él había sido declarado objetivo militar.

Un mes después, el 16 de mayo, un nuevo hecho criminal alertó a los cucuteños: el asesinato de un reconocido cambista, familiar de los jefes de una de las bandas más fuertes. Fue el inicio de tres meses de Vendetta entre criminales que no para.

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Esta guerra sucia tocó a los periodistas locales a partir del 23 de mayo cuando se conoció el primer panfleto. Las bandas buscaban aplicarle la mordaza a los comunicadores que hablaran contra sus agrupaciones. A ellos se les aplicaría el plan Pistola.

La Fundación para la Libertad de Prensa generó la primera alerta, exigió medidas urgentes de protección ante el peligro inminente y solicitó a la Fiscalía investigar la situación de riesgo.

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Al poco tiempo, una reacción de la banda AK47 circuló en las redes afirmando que dicha amenaza que les atribuían era falsa.

A partir de ahí, las amenazas se multiplicaron. Incluso, llegaron a contactar directamente a los periodistas que se negaban a publicar sus videos. Querían instrumentalizarlos bajo amenaza.

¿A qué periodistas amenazaron en Cúcuta?

Una semana después, un segundo panfleto dio a conocer los nombres de los siete comunicadores declarados objetivo armado. Esta vez con firma impresa del temido Tren de Aragua.

Ellos son: Jonathan Mojica, del medio digital NotiFrontera; John Jairo Jácome, periodista independiente; Ignacio Arango, periodista digital NotiCúcuta 75; Gonzalo Orduz, periodista digital Go+Noticias; Jullieth Cano, periodista Noticias Caracol; Jhonatan Maldonado, diario La Nación, Táchira, Venezuela. La amenaza incluía también el nombre de Cristian Herrera, un periodista de trayectoria reconocido por la seriedad de su trabajo de investigación judicial en el diario La Opinión de Cúcuta.

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Herrera cuenta que en una oportunidad le tocó encarar al comandante de la Policía de ese entonces, quien resultaba implicado en una de sus denuncias.

“Reté al comandante de la Policía delante de sus hombres. Le dije: Venga, mano, usted es Policía, usted tiene un arma. Yo soy periodista, yo tengo una agenda y una grabadora. Midámonos, como usted quiera yo quiero. Yo siempre he sido frentero; yo amo mi trabajo, adoro mi trabajo y lo defiendo a capa y espada”, manifiesta Herrera.

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Una fuente puso en sobre aviso a Herrera sobre que habían dado la orden para matarlo: “Eso llegó a tal punto que hasta los mismos paramilitares llegaron un día aquí a la sede del periódico a decirme que era mejor que me fuera por un año. Llegaron a buscarme en una camioneta y me dijeron: ‘Hermano, nosotros no lo vamos a matar hasta que no nos den la orden. Pero ustedes pueden pagar $150.000, lo matan y le echan la culpa a los paramilitares y quedó muerto”, complementó.

Por pura supervivencia no le quedó otro camino que dejar en pausa su pasión y vivir en el exilio. Herrera y su familia encontraron refugio por un año en Chile.

Después volvió al oficio en el mismo diario La Opinión de Cúcuta y con él llegaron nuevamente las amenazas. A regañadientes, aceptó tener esquema de seguridad desde el 2014 y aprendió también a esquivar las balas.

Herrera tiene todo el recorrido que hace valioso su criterio en esta coyuntura criminal. Uno que pone en jaque nuevamente a la ciudad en este ciclo de violencia.

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“Cada vez que hablo de eso es de bandas, banditas y bandotas, entonces comienzan a salir un poco de grupos armados ilegales que a veces son cinco, son seis, son diez, son veinte, son más grandes. En entonces, comienzan a amenazar gente, a extorsionar, a vender drogas y comienzan a hacerse los dueños de zonas”, aduce el periodista.

Para el gremio de comunicadores de Cúcuta, Herrera es un referente con experiencia y como buen santandereano les habla claro: “Nos tenemos que aliar. Si a usted lo van a amenazar, nos amenazan a todos y reaccionamos todos. Todos decimos, no. Y va a ver que estas bandas van a comenzar a tenernos un poco de respeto, entre comillas, y a saber que no nos vamos a prestar para eso”.

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Las amenazas de muerte hacia periodistas en Cúcuta han pasado a los hechos y a convertirse en balas que impactaron el cuerpo del joven comunicador social comunitario Jorge Méndez en la zona rural de La Gabarra, Tibú.

Los otros siete periodistas amenazados buscaron ayuda de la Policía y se reunieron con el coronel William Quintero para buscar protección.

“La preocupación más grande de aquí es seguir salvando vidas”, dijo el coronel Quintero, quien explicó que en Cúcuta “lanzamos una campaña llamada Cúcuta, territorio seguro, con 16 estrategias de seguridad que venimos atacando en diferentes frentes”.

Pero los estudiosos del tema no piensan lo mismo. Enrique Rafael Pertuz, defensor de derechos humanos en Norte de Santander, opinó: “Ha habido complicidad de algunos sectores de la Policía y de algunos sectores de la clase política aquí, que hoy han permitido que esas bandas se les haya salido del control a las a las autoridades”

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Pertuz lanza una propuesta civil que busca darle un alto estratégico a la criminalidad desbordada.

“Creemos, por ejemplo, que el Gobierno también tiene que revisar la experiencia que están haciendo en Buenaventura y que están haciendo en Medellín, a ver cómo se abren esas posibilidades con estas organizaciones acá”, enfatiza Pertuz.

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Se plantea crear una mesa de diálogos de paz para Cúcuta, una línea abierta en Buenaventura y Medellín.

Hasta el momento, el crimen organizado pareciera estar ganando este pulso en las calles de Cúcuta, a punta de amenazas, sicariato y sangre.

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