Por más de veinte años dos familias buscaron incansablemente a dos de sus familiares que desaparecieron en medio de la guerra. Ambos fueron víctimas de grupos criminales, pero, tras el trabajo perseverante de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas, lograron ubicarlos para que abrazaran de nuevo a los suyos. Esta es la historia.
“Veinte años perdido por la vida, por el mundo, sin saber de mi hermano, un hombre sin familia, como quedé yo", declaró Dario Ramírez, víctima de desaparición.
Fueron 20 años en los que Darío, a quien por razones de seguridad se le cambió el nombre, no pudo tener el más mínimo contacto con su familia, tras ser raptado en mayo del año 2000 por hombres armados en San Antonio, sur de Tolima.
Julio, su hermano, aseguró que su mamá nunca perdió la esperanza de encontrar a su hijo, por eso acudió a la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas para buscar rastros de uno de sus tesoros.
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“Mi madre fue la que tocó el tema, yo no tenía conocimiento de esto hasta el día que los muchachos me llamaron, me comentaron. Igualmente yo no creía, soy sincero, yo no creía mucho”, afirmó Julio Ramírez.
Con la información, en octubre del 2021 arrancó el rastreo de los investigadores de esta unidad especializada en buscar a los desaparecidos que dejó la guerra en el país y, con los datos que dejó Darío durante años en la Registraduría, el sistema de salud, entre otros, los investigadores lo hallaron en medio de la cordillera central colombiana.
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El reencuentro entre Darío y su familia se selló después de ocho mil días de zozobra con un conmovedor abrazo.
“Yo estoy muy conmovido, la verdad, estoy muy conmovido por encontrar lo que me encontré, una familia tan linda como la que tiene mi hermanito, entonces para mí eso más que alegría, eso no sé cómo describirlo”, declaró Darío.
Su hermano Julio llegó vestido de paño para la ocasión, mientras Darío esperaba con la ilusión infinita de volver a ver a su hermano.
La conversación fue extensa, no faltó el café y galletas, para contarse lo sucedió durante tantos años. Para ellos, si la paz con las FARC no se hubiera firmado, muy seguramente nunca se hubieran vuelto a abrazar.
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“Hay esperanza no solamente para uno, sino para muchos que yo sé que en el momento quisieran también ver a un familiar o alguien, porque sé que están perdidos. Entonces, estar aquí es un motivo de mucha alegría, de mucha paz interior. Yo sé que hoy voy a dormir mejor”, manifestó Darío.
Dicha que también tuvo otro hombre que huyó de la crueldad del conflicto en el Pacifico en 1993, dejando a su esposa y sus dos hijas por el temor a ser asesinado.
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El reencuentro con ellas se produjo en Nariño, en medio de las tradiciones del Pacífico. Con velas, flores y frutas celebraron este reencuentro, sellando un pacto para recuperar el tiempo que perdieron presionados por la violencia.