En las últimas horas, se conocieron los resultados del examen de toxicología practicados al cuerpo del sacerdote Javier Eduardo González, quien murió en un bar de Medellín, la madrugada del pasado sábado.
Las primeras versiones apuntaban a que posiblemente el padre hubiera sido drogado por robarle sus pertenencias. Sin embargo, según El Tiempo, el resultado de este examen inicial fue “negativo para sustancias”.
De acuerdo con el diario, “al sacerdote Javier Eduardo González se le tomaron muestras de orina, de sangre y frotis nasal para detectar alguna sustancia que tuviera en el cuerpo”. El examen que se le practicó estudia 10 sustancias.
Los resultados señalan entonces que “la muerte fue consecuencia natural y directa de muerte en estudio”, por lo que aún no se puede determinar si se trató de un homicidio, precisó El Tiempo.
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Por esto continúa la investigación y “desde la Fiscalía indicaron que los exámenes no son concluyentes y que se harán nuevas pruebas en Bogotá”, informó, por su parte, El Colombiano.
Últimas horas del sacerdote Javier Eduardo González
El pasado viernes el padre Javier Eduardo González salió del Seminario Misionero San José donde trabajaba y fue a ver el partido de fútbol entre Colombia y Paraguay sub-20. Hacia la una de la mañana llegó a un bar en el sector de la 70 en compañía de otra persona, la cual abandonó el lugar media hora después, según las versiones del propietario del establecimiento.
Fue hasta el cierre del local que los trabajadores notaron algo extraño y llamaron a la Policía, la cual encontró que el sacerdote ya no tenía signos vitales.
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El hombre con quien se encontraba el sacerdote está en la mira de las autoridades, pues el padre fue despojado de sus pertenencias como su celular, reloj y billetera.
Investigadores analizan más de 10 horas de grabación de cámaras de seguridad siguiendo el rastro del hombre antes y después de los hechos.
El padre Javier Eduardo González fue sepultado el pasado lunes luego de una eucaristía en la iglesia Jesús de la Buena Esperanza del barrio Belén Rosales, donde él oficiaba los domingos.
“Era muy carismático, tenía como un poder, si se puede llamar así, un poder espiritual, porque la gente llenaba siempre el espacio donde hacía la misa”, comentó Antonio Puerta, feligrés.
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Aunque era oriundo de Planeta Rica, Córdoba, el religioso vivía hace más de 10 años en Medellín.