En el asentamiento Agua Bonita, ubicado en San José del Guaviare, vive una comunidad indígena nukak. Dicen que luchan todo el tiempo por obtener la alimentación cotidiana, sobre todo para los 60 niños de la comunidad. Joaquín, un joven del asentamiento, denuncia que otros se enriquecen a costa de ellos y que la situación ha llevado a las niñas a ser explotadas sexualmente hasta por una panela.
“Para pagar su hotel, su alimentación, todo lo que ellos querían tener, entonces toca ofrecer su cuerpo. Por eso, en este problema no sé cómo haría para solucionar porque yo pienso que no es fácil”, manifestó.
Pero a esto se le suma la pobreza. Noticias Caracol evidenció las condiciones en las que viven.
“No hay cemento, no hay techo. Dormimos solamente en hamacas con toldillos. Como tres niños se murieron acá en el pueblo nukak, pero el año pasado, por el hambre, la gripa, enfermedades”, contó Esneider Duque, indígena nukak.
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Este drama hizo que el país pusiera sus ojos en lo que ocurre con las niñas, niños y adolescentes del Guaviare. Uno de los organismos que llegó al lugar fue la Procuraduría y encontró un panorama desalentador en materia de atención, abusos sexuales y necesidades básicas.
“Con las violencias sexuales o las agresiones sexuales de niñas y adolescentes que, ellos relatan, se han visto precisadas a vender su cuerpo para poder comer”, indicó Viviana Mora, procuradora delegada para la infancia.
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Esto en la zona rural, pero en el casco urbano ellos han llegado a dormir en el asfalto de un coliseo y con los mismos dramas diarios.
“Pasan semanas, semanas, sin comer. Esto es una cosa inhumana”, manifestó Jefferson Mena, procurador delegado para asuntos étnicos.
Durante un operativo en la vía 40, ante denuncias relacionadas con el consumo de pegante, autoridades evidenciaron que las niñas se encuentran solas, en parajes, al parecer, bajo vulneración de sus derechos.
Pero no todo está perdido. Jóvenes como Sandra Alvarado dicen que sí hay posibilidad de mejorar con voluntad política, aunque reconoce que nadie les pone atención.
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“No se trata solo de dar infraestructuras, ir a tirar un mercado que no es la cultura de ellos, porque ellos no están enseñados a comer frijoles, que yo sepa, no tienen pitadora”, exclamó Sandra, líder juvenil.
La realidad de estas comunidades indígenas muestra otra cara de Colombia, una donde la sonrisa de los pequeños invita a luchar contra el abandono, la necesidad y el abuso evidenciado en las recientes visitas de organismos del Estado a la zona y una realidad que los mismos protagonistas relatan sin tapujos.
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