Se logró lo que por varias semanas se anhelaba, el rescate de los cuatro hermanitos en la selva del Guaviare.
Las frases pronunciadas desde el centro de operaciones de las Fuerzas Militares, que se trasladaron hasta las cabinas de radio del Ejército, y aquellas que llegaron en lengua nativa hasta las selvas del Yarí, retumbaron con un eco de esperanza.
Aquella fe que nunca se perdió y que, de manera sobrenatural, prácticamente como un milagro, le devuelve el aliento a un país entero, que estaba esperando con ansias esta señal de vida y una fotografía que permitiera ratificar que los cuatro menores estaban vivos.
Pasadas las seis de la tarde de este viernes, 9 de junio, se conocieron los primeros momentos del encuentro entre los comandos de las fuerzas especiales de las Fuerzas Militares y los cuatro menores.
La bebé que hace pocos días había cumplido un año de edad, Cristin Neriman Ranoque Mucutuy, estaba en brazos de uno de los soldados tomando agua; su hermana Lesly, de tan solo 13 años y quien habría sido la guía, la fortaleza y el abrazo en momentos de angustia en medio de la profunda selva; su respaldo, Soleiny Mucutuy, de 9 años; y Tien Noriel Ranoque Mucutuy, de 5 años, también recibían este bálsamo mientras eran cobijados con mantas y bolsas negras para empezar a estabilizarlos.
En las fotografías también se logra observar que los menores de edad fueron encontrados en medio de rastros de árboles que parecían formar una colcha y, alrededor, los militares brindando lo necesario para salvarles la vida, pero también para no perder rastro de comunicación con los comandos en tierra de cemento.
Uno de los soldados tenía un radio y el otro una antena satelital, que les permitió siempre estar conectados y brindar información de los puntos que los llevaron a encontrar a los niños.
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Además, se conoció un video que refleja las difíciles condiciones de la selva, donde en medio de la lluvia y a 60 metros de altura fueron sacados los menores. La primera en subir al helicóptero Ángel de la Fuerza Aérea Colombiana fue la pequeña Cristin en brazos de su padre, Manuel, quien también se había internado en la selva para buscarlos.
Sintiéndose protegida y refugiada, la más pequeña de los cuatro esperaba abrazaba a su padre mientras sus hermanos ascendían a la aeronave. Allí emprendieron rumbo fuera de la selva del Yarí hacia el municipio de Calamar, en Guaviare, donde se recargó combustible y se siguió el camino hasta la Brigada 22 de San José de Guaviare.
Pasadas las siete de la noche de este 9 de junio, a lo lejos se empezaba a escuchar el helicóptero. Las hélices del Ángel retumbaban en la base militar, en donde aterrizaron los niños en compañía de varios enfermeros de combate.
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A la base militar entraron más de 20 vehículos de las entidades territoriales, de la Cruz Roja Colombiana y otros equipos médicos ancestrales, que desde hace semanas estaban preparándose para recibirlos. Pero fue en cuestión de minutos que estos menores fueron trasladados al aeropuerto Jorge Enrique González, en San José de Guaviare.
Segundos antes del despegue del helicóptero Ángel, llegó el avión C295 Casa, una aeronave medicalizada con servicio de cuidado intensivo y los equipos médicos con especialistas que acompañarían a los menores en su trayecto hacia Bogotá.
Para entonces, no solo bastaba sentir la alegría y nostalgia por saber que estaban vivos. En el ambiente se podía percibir cómo el deseo de todo un país era que los menores fueran atendidos y recuperaran las fuerzas. Médicos, organismos de socorro y el ICBF hicieron su esfuerzo para llevar alimentos, ropa y medicamentos al interior del aeropuerto.
Y si bien hablaban de un milagro, también retumbaba la idea de que se trataba de un poder sobrenatural que estos menores tenían guardado en su corazón, y que les hizo fuerte la conexión con la naturaleza.
“Fue una búsqueda incansable sin parar de todas las instituciones públicas. Un esfuerzo también con las comunidades indígenas y el conocimiento tradicional de la selva. Aquí es donde las dos formas de conocimiento se juntaron para lograr un resultado que les salvó la vida a estos niños. Y también, su propio conocimiento del ecosistema”, expresó Susana Muhamad, ministra de Ambiente.
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A las diez de la noche del viernes, en el aeropuerto, donde ya estaba gran parte de la comunidad esperando a los niños, volvieron a retumbar los sonidos del helicóptero Ángel y del avión Casa. A las 11:11 de la noche, como si se tratara de un deseo cumplido, despegó el avión y, con él, un latido fuerte de toda Colombia.