El tercer pico de la pandemia del coronavirus COVID-19 ha sido largo y agresivo. En todo el país se han conocido cientos de casos de personas que han contraído la enfermedad y la han transmitido a familiares y amigos.
Ese mortal virus tocó la puerta de la familia Palmezano Moscote, residente en Riohacha . Los 8 integrantes se contagiaron.
El primero en presentar síntomas fue Manuel Palmezano, médico de profesión. El profesional de la salud es internista y atiende a más de 15 pacientes al día en extenuantes jornadas de trabajo.
Relata que 14 días después de recibir la segunda dosis de la vacuna contra el coronavirus empezó la pesadilla.
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“Pasé por la enfermedad con síntomas muy leves, quizás eso fue porque ya me habían aplicado la segunda dosis. Para mí fue un golpe anímico bastante duro, porque teniendo en cuenta todos los casos y las cosas que uno ve en las clínicas mi mayor temor era que alguno de mi familia pudiera terminar en una hospitalización", contó.
Los siguientes en presentar síntomas fueron sus tres hijos, que empezaron a experimentar fiebres altas. En cuestión de minutos, el virus ya lo tenía toda la familia.
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Luna Moscote, esposa del galeno entró en una crisis de estrés y llanto diario: “A veces creemos que a los niños no les da COVID, pero sí. Tuvieron fiebre, decaimiento y asma”.
Las dos abuelas de 68 y 75 años también se contagiaron.
“El COVID-19 es un monstruo, yo vi que estaba matando mucha gente y pensé que iba a venir por mí. Cuando uno sale es para el funeral”, dijo María del Rosario Atencio, contagiada.
Tras un mes de encierro, en el que el médico atendió a su familia y la esposa se convirtió en enfermera, los Palmezano Moscote lograron vencer la enfermedad y hoy pueden contar sus historias.