En el ecuador de su mandato, el gobierno Duque capotea como puede los problemas estructurales de la educación en Colombia. Muchos de los cuales ya fueron diagnosticados, con un paro incluido, por el movimiento estudiantil.
Para 2021, se destinará un presupuesto de 46,9 billones de pesos. Es el sector con más recursos, pero las urgencias siguen siendo demasiadas.
“Se viene el tercer año del gobierno, ¿qué propone? seguir haciendo lo mismo que ya salió mal, nada nuevo. Lo más grave es que estamos en medio de una pandemia donde los jóvenes somos las víctimas silenciosas: se destruyen nuestros empleos y se destruye nuestra posibilidad de formarnos. Nos dicen que el futuro es nuestro cuando nuestro presente se cae a pedazos”, señala el activista estudiantil Alejandro Palacio.
La virtualidad ha sido la única puerta para sobreaguar el temporal, pero los “peros” son todos.
Publicidad
Frente a la educación superior, Francisco Piedrahíta, rector de la universidad Icesi, indica una de las grandes problemáticas: “Las relaciones personales entre estudiantes con profesores, que enriquecen la vida, que forman las personas, son imposibles en la educación virtual; y el campus es, por excelencia, igualador: los jóvenes más pobres y los más ricos acceden a los mismos profesores, a los mismos salones, a los mismos laboratorios, a los mismos espacios en general”.
En cuanto a la primera infancia, 8 de cada 10 jardines son privados, pero ¿cómo evitar la precarización educativa en estos tiempos de escasez?
Publicidad
“Las familias se están deshidratando física, emocional y económicamente; más que prestamos y deudas, las familias lo que necesitan es bonos para educación y tiempo para asistir a sus hijos e hijas en la labor educativa adicional”, afirma Maritza Díaz Barón, directora del centro de expresión cultural Mafalda.
Parece que nunca hay tiempo suficiente entre el teletrabajo y los hijos, se quejan los padres y, con la curva epidemiológica al alza, la alternancia no parece tener un futuro próximo.
El gobierno tiene dos retos urgentes, así lo explica Luz Karime Abadía, codirectora del Laboratorio de Economía de la Educación, de la Universidad Javeriana: “Diseñar una estrategia para nivelar a los estudiantes de colegios oficiales, pues durante este año han visto pérdidas grandes en sus logros de aprendizaje -y en esto es clave la dotación de tecnología-; el segundo de ellos es ampliar la cobertura de las instituciones de educación superior pública”.
La radiografía es cruda, pero no todo es blanco o negro. El gobierno insiste en la inyección de 4,5 billones de pesos para la educación superior, que 118 mil estudiantes reciben hoy educación gratuita, que se han desembolsado 935 mil millones de pesos para financiar hasta el 70% de las matrículas universitarias públicas de los estudiantes más vulnerables y que a la vuelta de la esquina habrá una reforma al Icetex.
Publicidad
“Hemos tenido avances significativos, y para lograr las metas del cuatrienio obviamente tenemos que lograr la meta de 2 millones de niños atendidos integralmente”, indica María Victoria Angulo, ministra de Educación.
Hoy la cobertura en educación preescolar, básica y media ronda el 96%, pero en educación superior apenas es del 52%.
Publicidad
El escenario parece cuesta arriba y las brechas educativas entre el mundo rural y urbano amenazan con ampliarse, el problema con una pandemia es que todos los esfuerzos de un estado parecen insuficientes.