John Heiner Racines es un comerciante reconocido en el municipio de Caldas, Antioquia, desde hace ya 32 años. Es un paisa de 48 años, corpulento, con un peso de 125 kilos al que el COVID le llegó a su negocio a través, cree él, de uno de sus empleados.
"Trabajamos ocho personas, dos de ellos se hicieron la prueba y salieron contagiados con COVID", dice John Heiner.
Rápidamente se aisló y se hizo la prueba, la cual dio positivo para COVID-19. El resultado, cuenta, le heló la sangre y creyó que sus días estaban contados.
Lo peor fue ver cómo su saturación descendió a 88. En ese momento tomó la decisión de hospitalizarse.
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Atrás en su casa dejaba los dos tesoros de su vida, su esposa Paola y su pequeño David, de 7 años.
Lo anestesiaron y entró en un sueño profundo, del que despertó desorientado.
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"Yo miraba y miraba para todos los lados y pensé que había pasado solamente una noche, pero ya había pasado una cantidad de situaciones; imagínate, en 16 días suceden muchas cosas", recuerda.
Cuando recuperó la conciencia, dice que sintió como un yunque sobre todo su cuerpo. Estaba amarrado para que no se lastimara, adolorido pidió la presencia de su esposa y la pudo ver en forma virtual.
El personal de salud llegó a pensar que estaba mejorando, pero no fue así, recayó y medicamente se temió lo peor.
"Me dio embolia pulmonar y me dio trombo en el lado izquierdo", afirma.
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Seguía intubado y con traqueotomía. Su salud se deterioró rápidamente, ya había perdido 25 kilos de su masa muscular.
Su esposa asegura que lo que ocurrió con ‘el gordo’, como lo llaman la familia y amigos, fue un milagro.
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"Todo el mundo aplaudía, me colocaron música, discos de motivación. Y la alegría cuando veo a mi hijo en el video que lo están filmando, cuando estoy llegando, se le aguaron los ojos y se acercó a la mamá a decirle, gracias por traerme a mi papi", relata.
Fue sometido a terapias físicas y respiratorias intensivas que duraron dos meses.
"No puedo agacharme a coger algo porque me da mareo, me agito todavía, el cabello se me ha ido cayendo, y lo otro son los dolores en las coyunturas; eso sí no se me quiere quitar, lo mismo el gusto; llevo prácticamente seis meses que no tengo el gusto y el olfato", admite.
Don John, el vecino bonachón, el gordo que a punta de fe volvió a nacer, con más ganas que nunca para disfrutar de su pequeño hijo.
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