El hombre, quien fue mano derecha de Rodríguez Gacha, dice que fue un complot más grande en el que participaron policías, políticos y militares de la época.
Desde la década de los 90 hasta el 2013, de él no se tenía nada diferente a su huella dactilar, dejada en su declaración que reposaba en un viejo y polvoriento expediente y que el paso del tiempo por poco borra.
Su nombre es Jairo Lozada Ramos y para la Fiscalía es el depositario de varios de los secretos del magnicidio de Luis Carlos Galán Sarmiento.
“El cartel, siendo tan poderoso, ¿por qué no envió a sus sicarios si era el más poderoso que cualquiera para la época? ¿Por qué un paramilitar viene a ser el autor intelectual del homicidio? ¿Por qué a ese paramilitar el mismo DAS lo ayuda a salir de La Picota? ¿Por qué después de que sale de La Picota no le dan oportunidad de nada, sino que le colocan una cita y lo asesinan? La misma Dijín fue citada por las mismas personas del Estado que estuvieron en el magnicidio. Y así fue todo”.
¿Quién es esa persona?
“Jaime Rueda Rocha, Jaime Eduardo Rueda Rocha. Ahí comenzaron a cortar la cadena, no, a soltar los eslabones. Entonces para la época de pronto o para que haya un golpe como informático, no, que cayeron los autores materiales y los intelectuales”, dice.
Con crudeza y soltura habla de atentados terroristas de la época, como el que sufrió el exdirector del das Miguel Maza Márquez, condenado por el crimen de galán, y de quien dice es difícil asociar con Escobar o incluso con el mismo cartel de Medellín.
“Se sabe muy bien que el primer atentado para Maza Márquez
en el año 89, no recuerdo el mes, fue enviado por el cartel. O más directamente por don Gonzalo Rodríguez Gacha.
¿Por qué?
“Porque era verdad que ellos tenían vínculos con el cartel de Cali, con Víctor Carranza; que el DAS era manejada por ellos, que la contrainteligencia de DAS le daba cuenta era a ellos. En el piso 11 era para el Cartel de Cali y don Víctor Carranza”, indica Lozada.
Desde hace dos años, la Fiscalía, que lo ubicó y lo llevó frente a jueces y magistrados a contar su verdad, le perdió el rastro. Hoy asegura que no volverá a declarar hasta sentirse seguro.
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