Buenaventura: la protagonista de una historia plagada de desaparecidos, violencia y olvido estatal

El municipio portuario de Buenaventura, situado en elValle del Cauca , continúa siendo el protagonista de una historia de violencia, narcotráfico y olvido estatal que parece no tener fin.

Las balas que salen de los fusiles de los criminales, se pasean por las casas y le zumban los oídos a las personas que no saben dónde esconderse para que los proyectiles no les arrebaten la vida.

Orlando Castillo, líder social y defensor de derechos humanos en Buenaventura, habló sobre la situación que ese municipio vive por cuenta de los violentos.

“Volvimos al año 2012, año muy difícil. La ciudad está copada por actores que están generando miedo y terror. No son nuevos grupos, es la reconfiguración de los grupos existentes que están en una disputa territorial”, contó Castillo.

Solamente en enero del 2021, los criminales asesinaron a 30 jóvenes. Espertos dicen que son la carne de cañón del conflicto en el territorio bonaverense.

“Son muchachos entre los 18 y 22 años. Alguien está sosteniendo una guerra en la que se desplaza a la gente y muchos aprovechan para pescar en río revuelto. Los jóvenes son reclutados para engrosar las filas criminales. Buenaventura tiene más de mil desaparecidos. En 2021 hemos tenido un problema con el estero de San Antonio, se presume que allí hay cuerpos de personas desaparecidas. Hemos pedido acciones a la JEP”, dijo Adriel Ruiz, investigador social.

Los grupos al margen de la ley se disputan barrios estratégicos, los mismos por los que se sacará la droga a otras partes de Colombia y el mundo.

“Nos llama la atención que los barrios de Buenaventura en los que hay disputa son los mismos en los que hace unos días se manifestó una expansión portuaria. Hablamos de las comunas 5, 7 y 12”, mencionó Orlando Castillo.

El monseñor Rubén Darío Jaramillo, obispo de Buenaventura, habló sobre los flagelos que volvieron a ser noticia en Buenaventura, tales como las desapariciones forzadas y la reaparición de las casas de pique.

“Hay gente que está enterrada allí, en los llamados esteros. Hay gente que desaparece, muchas personas manifiestan que allí pican a las personas. Esto crea miedo y zozobra. Se necesita una intervención social del Estado en esta zona para transformar la realidad”, contó el monseñor.