La delincuencia le ha cambiado la vida a más de una persona en Bogotá. Así recuerda Jonathan Cárdenas cómo la inseguridad lo tuvo al borde de la muerte.
“Entonces se bajaron y me botaron piedras y las piedras me botaron al piso y ahí quedé”, recuerda Jonathan.
Él fue víctima de un violento atraco en el sur de Bogotá mientras conducía un taxi. El golpe que recibió en la cabeza por parte de los delincuentes lo tuvo entre la vida y la muerte.
“Que le digan a uno: su hijo no tiene ninguna recuperación, su hijo no va a volver a mirar, no va a volver a caminar, no va a volver a comer, él va a quedar peor que un vegetal”, exclama Amparo Angarita, mamá de Jonathan.
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Pese a la difícil situación, el tiempo no solo curó las heridas físicas, también las del alma.
“No guardo nada de rencor porque ya eso quedó todo en las manos de Dios”, dice Cárdenas.
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Jonathan y su mamá iniciaron una larga lucha por rehabilitarse, y poco a poco volver a recuperar parte de lo perdido en esa fatídica noche.
“No poder hacer uno las cosas solo porque tiene que estar siempre acompañado, o que lo cuiden o algo así, todo totalmente acompañado”, manifiesta.
“Si uno confía, si tiene fe, de verdad que se ven los milagros, y Jonathan a los cuatro días de haber llegado a casa después de ese percance, él empezó a reaccionar favorablemente”, asegura Amparo.
Para Jonathan y su mamá solo había una motivación: volver a caminar y sabían que la recuperación no sería fácil.
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“Sacar adelante a mi mamá, que no tenga que volver a trabajar, que no tenga que esforzarse como se está sacrificando para sacar adelante esta casa”, afirma Jonathan.
Así como la historia de Jonathan, otro joven batalla por recuperarse luego de un hecho violento. Yeiber Ernesto González, de 23 años, fue baleado cuando ladrones le robaron el celular.
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“Y estando en la puerta de la casa, ya ahí para entrar, entonces él recibió un impacto de bala, que le molestó la parte derecha, donde tiene el cerebro”, dice Cecilia Téllez, mamá de Yeiber.
El joven perdió la movilidad, no volvió a hablar y pese a ello su fe sigue intacta: sueña con recuperarse para poder cuidar de su hijo de 3 años.
Jonathan y Yeiber confían en el buen corazón de las personas, y están esperando ese alguien que les ayude con el tratamiento para volver a vivir esa vida que la delincuencia les arrebató.