Alrededor de las ocho de la noche del 7 de febrero de 2003, Juan Carlos Ujueta salió de su clase de ajedrez en una casita aledaña al club El Nogal, rumbo al restaurante del prestigioso establecimiento donde había quedado de encontrarse con su novia para cenar. Antes de comer, llamó a su hermano Alejandro para que se uniera en la velada.
Un cuarto de hora después, Alejandro Ujueta llegó al lugar en el carro de su padre y se disponía a parquear cuando, de repente, una explosión originada por un carrobomba que se encontraba en el recinto apagó su vida de inmediato. El joven estaba iniciando un nuevo ciclo en su vida, luego de retirarse de una carrera que no le apasionaba para seguir su sueño de estudiar Diseño Gráfico, decisión que era cuestionada por sus padres y que por fin habían aceptado.
Juan Carlos recuerda que, en el estallido, el suelo donde se encontraba se partió y él cayó a un piso inferior, en el que quedó inconsciente tras ser golpeado en la cabeza por escombros. Más tarde fue encontrado por los voluntarios de la Defensa Civil, quienes lo trasladaron al Hospital Militar, donde le indujeron un coma para impedir una inflamación en su cerebro.
Trece días después, Juan Carlos pudo respirar de manera autónoma y comenzó un “lento despertar” en el que, asegura, se sentía como un bebé que está aprendiendo desde cero. En este punto, el sobreviviente agradeció ser un poco “inconsciente” con la dimensión de lo que acababa de pasar. “Yo nunca me vi a mí mismo como un lisiado, como una víctima o como un enfermo. Mi mamá me decía que había que hacer un tratamiento y yo lo hacía. Yo no me deprimí, simplemente hacía caso”, comenta.
Luego de haberse estabilizado un poco, a Juan Carlos le dieron la noticia de que su hermano había fallecido y, aunque en un principio actuó de manera violenta, con el tiempo se fue acostumbrando a su ausencia y hoy solo tiene buenos recuerdos en su memoria. “La vida es un camino, no un fin”, resalta.
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Frente al hecho, el sobreviviente asegura no tener ningún tipo de rencor o remordimiento, pues el atentado no estaba dirigido personalmente hacia él ni hacia ninguno de los presentes en el establecimiento, por lo que decidió no interponer ninguna demanda. “No albergo ningún sentimiento negativo en contra de nadie”, afirma.
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Finalmente, dice que no cree en una reparación, porque así capturasen a los responsables del atentado, eso no le devolvería a su hermano. “Esa reparación no puede existir por manos humanas”, puntualiza.
Cabe recordar que el atentado realizado en el club El Nogal, ubicado en Bogotá, fue atribuido a las FARC. En el hecho, ocurrido hace dos décadas, murieron 36 personas y 200 más resultaron heridas.