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¡Qué ejemplo! Minga abandonó Bogotá dejando lecciones de civismo y armonía

El Palacio de los Deportes quedó en perfectas condiciones y se fueron con alegría, pero con el sinsabor de no sentirse escuchados en su defensa por la vida.

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La gigantesca movilización indígena, compuesta por unas ocho mil personas y ciento ochenta chivas, se convirtió en un ejemplo de civismo y demostración de que sí se puede adelantar una protesta en forma pacífica.

Hoy partieron hacia sus territorios.

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Durante cuatro días, la minga indígena recorrió las calles bogotanas y en su alegre andar le contaron a Colombia que su largo trasegar desde el suroccidente del país era por la defensa de la vida.

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También demostraron que se pudo hacer en absoluta armonía.

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“Hemos demostrado que podemos protestar de manera pacífica, que podemos hacer caravanas y en diferentes ciudades nos han acogido de manera impresionante”, dice Juliana Guetio, participante de la minga.

Bogotá y otras ciudades acogieron a los marchantes y ellos dieron ejemplo de civismo y madurez ciudadana. La directora del IDRD confirmó el buen estado en que entregaron el Palacio de los Deportes, la sede que la Alcaldía de Bogotá les brindó en su estadía.

“Fueron tan organizados que estaban todos los espacios delimitados, tenían su zona de basuras, ellos mimos hacían la recolección de las basuras. Es más, el escenario nos lo entregaron absolutamente limpio. Fueron cuidadosos con los espacios que teníamos”, dijo Blanca Durán.

“Es un tema que nos debe caracterizar, el orden. Que si nos entregan un sitio en buenas condiciones es de esa misma manera, y con agradecimiento, que lo debemos devolver”, explica Nini Johana Daza, gobernadora del territorio La Concepción.

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Muchas lecciones de cultura ciudadana nos dejan nuestros indígenas, dice la directora del IDRD.

La guardia indígena también demostró que sin armas ni represión se puede protestar en forma pacífica.

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Los últimos marchantes de la comunidad nasa que partieron fueron los miembros del territorio La Concepción. Su éxodo dejó un sabor agridulce, el de un pueblo que se expresó en paz pero que, según ellos, no fue escuchado.

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