El sacerdote franciscano Gabriel Gutiérrez, conocido como Frayñero, fue un servidor de los marginados, de la otra Bogotá ignorada por muchos y de la que hacen parte los habitantes de calle y otras expresiones callejeras en alto riesgo de vulnerabilidad.
"Me dicen Frayñero porque entre ellos se tratan de ñeros, que es compañero. Y que ellos me tengan como compañero para mí es un orgullo muy grande", decía el padre Gabriel.
Así era la labor de Frayñero
Caminaba por donde pocos se atrevían y abrazaba a quien nadie quería tocar.
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"Nuestros conventos son las calles, para abrazar a los pobres, escuchar sus problemas", decía.
No le importaban los malos olores, el peligro ni la pandemia.
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"Siempre nos traía algo, así fuera un chocolatico, pero siempre nos traía algo; pero es algo de corazón", dice entre lágrimas uno de los habitantes de calle que tanto ayudó.
Callejeando la fe se contagió de COVID-19, pero nunca perdió la esperanza de sanar.
"Yo estoy confiado en el Señor. Me pongo en manos de Dios, me pongo en la oración de mis hermanos y bueno con confianza, vamos con toda confianza en el nombre del Señor", le había dicho a Noticias Caracol hace algunos días desde la clínica.
Y en su convalecencia pidió a sus allegados no bajar la guardia.
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"A llevar con paciencia esta situación tan incómoda como la que trae el COVID. No solamente a nivel de salud, sino también a nivel social, tanta gente que está sufriendo", señaló Frayñero.
Finalmente, falleció el Viernes Santo tras tres semanas de permanecer en una UCI de la Clínica Marly de Bogotá.
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Su parche de amigos se reunió para despedirlo en el Parque Santander.
“Dios lo bendiga, mi ñero", le dijeron acongojados aquellos por quienes tanto trabajo.
Con rosas y oraciones le dieron el último adiós al fray más querido.
A las once de la mañana el cuerpo de fray Gabriel salió en un carro fúnebre rumbo al cementerio Jardines del Recuerdo, en donde fue cremado.