La nevada del pasado jueves en el Páramo de Sumapaz fue un fenómeno que despertó infinidad de sentimientos por las postales que dejó un día inolvidable por cuenta de la naturaleza.
“Íbamos subiendo desde el último colegio que queda acá, el de Chisacá. Empecé a ver hielo en el panorámico y cuando llegué acá eso estaba nevado total, mejor dicho, pensé que el lago iba a estar congeladito porque estaba supernevado todo”, comentó Alexander Muñoz, visitante del Páramo de Sumapaz.
Lo que hace más de cinco décadas perduraba en el agreste paisaje del páramo, los finos copos de nieve se derritieron, pero allí estaban los frailejones, los líquenes, el musgo, las lagunas y las imponentes montañas recordándonos una vez más que sin este páramo nuestra vida, sin agua, no sería posible.
“El agua es vida y ningún ser viviente que haiga (sic) en el mundo no vive sin una gota de agua”, manifestó Gustavo Rojas, campesino del Páramo de Sumapaz.
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Según contaron los campesinos, la nevada de este jueves hacía muchos años no faltaba, era la nieve de San Juan y San Pedro, que caía por estos días de fiesta y ponía blanco el paisaje del páramo.
“Nosotros estábamos acostumbrados a verla cada año, así fuera poco, pero se veía, entonces es una bendición volverla a ver. Cuando cae eso es muy bonito”, expresó Rojas.
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Cuando en el mundo se habla de cambio climático, la nevada en el Páramo de Sumapaz fue un recuerdo que entre nostalgias muchos campesinos habitantes del Sumapaz ruegan para que no sea la última vez que las nubes caigan sobre esta maravilla natural.
“Toda esa candela que le metimos a este páramo, hasta ahora vienen las consecuencias de eso, pero nosotros los campesinos lo estamos cuidando”, aseguró.
El jueves 23 de junio quedará marcado en esta generación y en la historia del Páramo de Sumapaz, el más grande del mundo, como el día en que volvió a nevar después de cinco décadas.