El pasado 28 de octubre la vida de Paola Ramírez tuvo un antes y un después al perder a sus dos hijitos Santi Esteban y Susan Camila Beltrán Ramírez (de 4 y 7 años, respectivamente) a manos de su expareja sentimental, quien también era padre de los menores: Darwin Beltrán . Tras dos meses del doble filicidio, la mamá de los pequeños habló sobre lo que sucedió aquel día, cuando encontró a los menores de edad muertos en donde residía, en el barrio Las Ferias, en Engativá, en el noroccidente de Bogotá.
En conversación con el podcast ‘Más allá del silencio’, Paola relató cómo eran sus hijos y la luz que le brindaban. Con voz entrecortada contó que Susan Camila hubiera cumplido 8 años el 13 de diciembre y que ella “tenía mucha ilusión. Me acuerdo que Susan se paraba al frente del almanaque y ella contaba los días y me preguntaba que si faltaba mucho para sus cumpleaños. Entonces pues ella tenía tanta ilusión que, obviamente, se lo celebré”. Fue al cementerio donde están enterrados los niños y colocó algunas decoraciones.
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Darwin Beltrán ha llamado en varias ocasiones a Paola Ramírez
Un día después del cumpleaños de su hija, “ese sábado me llamó a decirme que si no tenía derecho a saber dónde estaban sus hijos, que él quería saber dónde estaban sus hijos para cuando saliera irlos a visitar, yo le dije que no, que no tenía derecho”.
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Manifestó que su expareja sentimental “todavía dice incoherencias. En la llamada me dice que que él ese día había llegado a la casa pidiéndome los medicamentos, no sé a qué medicamentos se refiere porque él ni siquiera estaba tomando medicamentos, él era un irresponsable que nunca siguió su tratamiento psicológico ni mucho menos medicamentos. Él me dice en una llamada que había llegado a pedirme los medicamentos y que yo me había ido… cuando es mentira. Llegó calmado diciéndome: ‘váyase que usted me altera’”, frase que le repitió en varias oportunidades.
¿Qué pasó antes de que Darwin Beltrán asesinara a sus hijos?
Paola contó que ella tomó su celular y que él la acompañó hasta la puerta. “Irónicamente me devuelvo y le digo dizque: ‘Darwin, cuidado con los niños que están adentro. Cierre la puerta para que no sea que se salgan’. Me dijo en ese momento que fuera donde la mamá y yo le digo: ‘su mamá está visitando a su hermana’, y él me dice: ‘vaya donde mi mamá’, y yo le digo: ‘bueno’”.
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Y como si fuera un presentimiento, Paola Ramírez salió de la casa y al girar la esquina llamó a una ambulancia para que le prestara a Darwin ayuda psiquiátrica porque “yo sabía que Felipe ya estaba enfermo, yo sabía que Darwin estaba volviendo a tener una crisis porque no era la primera vez, Darwin ya había tenido crisis”.
Además, reveló que su expareja estaba diagnosticada con trastorno bipolar afectivo y que siguió un tratamiento con pastillas durante un tiempo, pero que lo dejó a un lado y que no volvió a tener acompañamiento psicológico. Indicó que le comentó a la mamá de Darwin que debían internarlo, pero que la mujer se negó: “Me decía que no, que yo lo quería internar porque yo le tenía rabia al hijo”.
Paola compartió que mientras llamaba a la ambulancia, en la tarde del 28 de octubre, un compañero del trabajo de su ex llegó en bicicleta a la esquina de la casa de ella y le preguntó por Darwin. Asimismo, él le indicó que lo había visto con comportamientos extraños y que “les había llevado pollos a los compañeros y que en la empresa ya estaban preocupados porque él no se comportaba así”.
El joven en bicicleta se ofreció a entrar a la casa mientras Paola llamaba a la ambulancia para evitar que Darwin se fuera y no recibiera el debido acompañamiento psicológico, pero debido al temor que ella tenía de que su ex se alterara y se escapara, ella prefirió que el colega de él no ingresara a la vivienda y esperaron un rato más.
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Pasaron unos minutos y Paola pudo hablar con una psicóloga mientras la ambulancia llegaba al barrio Las Ferias. Ella le comentó que Darwin estaba en la casa solo con los niños y le contó cuál era el diagnóstico que él tenía, a lo que la otra mujer le respondió: “Que tranquila, que él es como un niño, que le lleve la idea mientras la ambulancia llega, que él no le va a hacer nada a los niños”.
Luego de que la psicóloga le dio el aparte de tranquilidad, ella se quedó parada a tres casas de donde vivía con sus hijos “cuando él sale de la casa totalmente mojado, él no tenía zapatos, él tenía como que unas medias o estaba descalzo, no recuerdo, pero estaba totalmente mojado, desde la cabeza estaba totalmente mojado. Se para y me grita algo, pero no sé qué es lo que él me dice, pero ahí yo lo veo raro, yo ahí lo veo transformado, hay algo en él diferente en ese momento y de la nada sale corriendo, se entra a la casa y cierra la puerta”.
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Al ver ese comportamiento, Paola se va detrás de Darwin, pues lo que acababa de ver no era la única alarma que la alertaba, pues minutos antes había hablado con el jefe de él y “me dice de una nota que él dejó en el escritorio del jefe. Me dice que Darwin le había dejado una nota que le decía como que gracias por todo y que se iba a reunir con Cristo, se iba a la casa de Cristo”.
Con el actuar de su ex y lo que le acababa de decir el jefe de él, ella pensó que Darwin se iba a hacer daño, pero cuando fue a abrir la puerta de la vivienda se percató de que en esta había sangre.
Este episodio para Paola es confuso, pero relató que el compañero de Darwin le contó que ella le indicaba que olía mucho a sangre y que él le decía que se devolviera, a lo que ella le hizo caso.
“Lo que sí tengo presente es cuando él (Darwin) empieza a gritar: ‘Paola, Paola, los niños, Paola, los niños. Por la ventana que da hacia la calle él gritaba y me mostró al niño, me mostró a mi Santi y él ya estaba muerto”, contó en medio de lágrimas.
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Aún piensa en qué le habrá pasado a Darwin por la cabeza en ese momento cuando decidió asesinar a los niños. “Yo miré a mi alrededor y yo decía que no, que era mentira. Hace un momento había dejado a mis niños acostados, Susan estaba durmiendo, Santi se le había arrunchado al lado, y pensé que jamás sería capaz de tocarme a los niños. Él nunca los agredía”.
Paola volvió a entrar a su casa en Las Ferias
Antes de ver la macabra escena, ella empezó a gritar “que un doctor, cuando me dijeron que ya no había nada que hacer por ellos. Yo entré a ver a mis niños y ahí ya llegó la Policía”.
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En las llamadas que él le ha hecho desde la cárcel, de las cuales Paola solo ha contestado dos, ella le recrimina que por qué no la atacó a ella, sino a los niños, a lo que él le respondió: “Que perdón, que perdón, que lo perdone, que me ama mucho y que me va a amar toda la vida”.
Paola recalcó que una crisis que tuvo Darwin fue en febrero de 2023 y que lo internaron durante una semana en una clínica. Al explicar cómo eran los episodios que tenía, indicó que “empezaba a hablar incoherencias y no se podía quedar quieto, él tenía que estarse moviendo, haciendo algo, no dormía”.
Para la mamá de Santi Esteban y Susan Camila fue extraño el actuar que tuvo su expareja, pues él nunca se tornaba violento, tan solo “se iba a caminar, se iba de la casa, no podía estar en la casa, se iba a hacer ejercicio”.
Las señales que indicarían que Darwin iba a recaer
Tras seguir un breve tratamiento, el cual no pudo terminar porque una ampolleta que se debía aplicar costaba cerca de $1.000.000, él empezó a beber con los compañeros del trabajo los fines de semana. Cuando Paola le manifestaba su preocupación por volver a recaer, él le sostenía que él podía beber cerveza, mas no aguardiente porque este trago lo podía alterar. Por esto, “la mamá de él me decía que yo era una tóxica, una loca que no lo dejaba respirar, que no lo dejaba salir. Pasó que el 19 de octubre nosotros estábamos cumpliendo 10 años, él se quedó tomando ese sábado”.
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Al ver el comportamiento de Darwin, “yo ese día le hice una videollamada y le dije dar no podemos seguir más, definitivamente no podemos seguir más, no vuelva a la casa. Venga si quiere mañana, recoja sus cosas y ya, no más. Él me dijo que no, que por qué yo era así, que él me amaba mucho”.
La relación de Darwin Beltrán con sus hijos
Cuando Paola le dejó en claro que no quería regresar con él, una semana antes del crimen, él empezó a ir más seguido a la casa donde ella y sus hijos vivían. Incluso, se ofrecía llevarlos al colegio.
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“Era un padre amoroso, responsable, era muy responsable porque una cosa eran los problemas que teníamos los dos (porque tuvimos muchos problemas a lo largo de la relación), pero él con los niños era otra cosa. Con los niños era muy responsable, que su mercado, que el arriendo, que los servicios, que el parque, le gustaba mucho llevarlos a la piscina”, contó.
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