El relato de Wilder Andrés Salazar, testigo clave en el asesinato de Javier Ordóñez a manos de policías, está cargado de dolor e impotencia. Fue la representante Katherine Miranda quien reveló su testimonio durante una sesión del Congreso de la República.
“Los policías nunca se detuvieron, lo golpearon en varias oportunidades en el rostro y seguían con la pistola taser. Pero las descargas ya no se las hacían sobre la ropa porque ya tenía la camiseta desgarrada, se las hacían sobre la piel”, cuenta Salazar.
Señala que Javier Ordóñez y él fueron obligados a subir a la patrulla.
“Al interior de esa van sigue la tortura de mi amigo Javier. Nos trasladan rápidamente al CAI de Villa Luz. Yo me bajo por mis propios medios, me empujan, entro al CAI. Me empujan hacia la parte del fondo del CAI. Cuando yo veo a Javier, él ya venía muy débil, con la cabeza agachada”, dice.
Publicidad
Y continúa: “Ahí lo siguen golpeando, lo empujan, lo botan al piso. Él se encontraba esposado, estaba totalmente inmovilizado, él no podía hacer absolutamente nada y lo botan a mis pies, esposado, él queda en forma fetal. Lo siguen agrediendo física y verbalmente. Javier ya casi no se quejaba, hablaba muy poco y yo alcanzaba a escuchar que él, para respirar, tenía mucha dificultad”.
Al ver la situación de su amigo, relata que les pidió a los agentes que le prestaran primeros auxilios.
Publicidad
“En todo momento le pedí ayuda a ellos: que por favor lleváramos a mi amigo Javier a un hospital, que era lo mínimo que se debía hacer. Nunca nos ayudaron, nunca lo ayudaron. Ellos solo se acercaban era para agredirlo verbal o físicamente”, sostiene.
Y la noche de terror estaba lejos de terminarse.
“Observo que llegan muchos más policías, tal vez cuatro o cinco, no estoy seguro de la cantidad, pero eran varios. Entran al CAI, ven a mi amigo Javier en el piso, esposado; me ven a mí contra la pared, esposado; ven que lo están lastimando y no le prestan ayuda”, relata.
En medio de esa tensión por la negativa de ayuda, un amigo común llegó al CAI.
Publicidad
“Llega mi amigo Juan David, yo lo escucho que entra a la fuerza. Cuando ve a Javier, él se bota al piso, se arrodilla y trata de sentarlo. Pero le queda muy difícil porque Javier estaba esposado y tenía los brazos hacia atrás”.
Wilder Andrés Salazar empezó a gritar porque Juan David le dijo que Javier no estaba respirando y que estaba muy frío.
Publicidad
“Yo me desespero, empiezo a gritar como loco: ‘¡por favor quítenme las esposas, yo necesito sentar a mi amigo, necesito ayudarlo, quítenme las esposas!’. Hasta que por fin me sueltan una esposa y queda colgando la otra. Cuando yo siento a Javier, me doy cuenta que él está totalmente pálido, tiene su ojo totalmente hinchado, una parte de su cara está totalmente hinchada, tiene marcas por todo el cuerpo”, declaró.
Ante la presión de los amigos de Javier Ordóñez, la Policía accede a llevarlo al Hospital María del Lago.
“Todo el camino le dábamos palmadas en los cachetes. Yo le traté de abrir los ojos, le puse la mano en la nariz. Mi amigo Juan David le hacía en la cara, le decía: ‘Javi, reacciona. Javi, reacciona”. Yo le hacía en la pierna, le hacía en el estómago como tratando de calentarlo para ver si de pronto él reaccionaba, pero él nunca abrió los ojos”, cuenta.
“Llegamos en la patrulla a la Clínica María del Lago, yo me bajo como loco y lo sentamos en la silla de ruedas y esta imagen a mí nunca se me va a borrar de la mente porque cuando tratamos de sentarlo en la silla de ruedas él quedó así, quedó así (hace gesto del cuerpo desgonzado hacia atrás), quedó en esa posición con los ojos cerrados”, precisó.
Publicidad
En cuestión de minutos, los médicos del hospital confirmaron su deceso.
“Sale una doctora, ella se arrodilla, me pone la mano y me dice: 'lo siento mucho, no se pudo hacer nada porque su amigo ya llegó muerto'. Uno no puede describir lo que siente en ese momento”.
Publicidad
En contexto: