Montarse en la décima Expedición Antártica, a bordo del buque ACR Simón Bolívar, es enfrentarse a sentir la adrenalina pura. Los hombres y mujeres encargados de la misión están entrenados para hacerle frente a cualquier emergencia dentro y fuera de la embarcación.
Durante un entrenamiento, simularon la caída de un hombre al mar y en cuestión de minutos debían rescatarlo.
Los tripulantes ensayan con un muñeco llamado dummy, que cumple con las características de un ser humano. Lo tiran al agua y esperan unos segundos para ver cómo se vuelve un punto naranja en medio del mar.
Los rescatistas del bote esperan la señal, ubican el punto de rescate y el buque mira con dirección al náufrago. Un giro de 180 grados pone al ARC Simón Bolívar justo en frente de quien será rescatado. Recorren el buque para entregar al ahogado en la zona de rescate y en el lugar espera el equipo médico.
En el entrenamiento, un militar de la marina actúa como rescatado para realizar la maniobra completa. “Lo primero que debemos hacer es retirar la ropa mojada y empezar a tomar los signos vitales para saber cómo se encuentra. Al mismo tiempo, le generamos calor con las mantas térmicas y, por medio del enfermero, vamos a canalizar para suministrar líquidos endovenosos previamente calentados”, manifestó la teniente Lisseth Aguilar, médico del buque ARC Simón Bolívar.
Una nueva señal pone en alerta a la tripulación. Se simula un incendio y en uno de los laboratorios se inició la conflagración detectada por el personal de la guardia.
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“A diferencia de los bomberos de afuera, nosotros tenemos una connotación principal y es que tenemos que entrar sí o sí al compartimento, porque de esto depende nuestras vidas”, dijo el suboficial segundo Byron Bahoque, electricista líder del control de averías e incendios.
Son rápidos y agiles desde el primer momento. “Como es un entrenamiento, lo que hacemos es tratar de llevar al máximo al personal”, expresó el capitán Moisés Martínez, jefe del Departamento de Ingeniería del ARC Simón Bolívar.