El coronel Gabriel Rincón, el más alto oficial en rendir su versión hasta ahora, asegura que los presionaban para tener combates y los medían por número de bajas.
“No eran capturas, aquí lo que exigían eran muertes en combate, y como lo manifestaba en sus programas el comandante del Ejército, eran litros de sangre, tanques de sangre: ‘a mí no me importa nada de capturas, a mí me tienen que dar son muertos en combate’. Y los muertos en combate era a como diera lugar”.
Este escalofriante relato es del coronel Gabriel de Jesús Rincón Amado, el más alto oficial del Ejército en confesar ante la Jurisdicción Especial para la Paz su verdad sobre la estela de sangre de las ejecuciones extrajudiciales en Colombia.
“Existieron muchos casos en los cuales al reportarse heridos de otras unidades, que los escuchaban, pero no quedaron plasmados en esos documentos. ‘Oiga hermano, usted por qué reporta heridos, quién dijo que teníamos que reportar heridos, usted lo que me tiene que reportar son muertos’, y esas eran las exigencias que tenían hacia las unidades”.
Durante más de 12 horas, en dos sesiones efectuadas el 21 de noviembre y 13 de diciembre de 2018 en las instalaciones de la JEP, el exjefe de operaciones de la brigada móvil 15 entregó el más descarnado testimonio conocido hasta hoy sobre estos crímenes para inflar los resultados de la guerra.
“Exigirles a las unidades no podían pasar ni uno, ni dos, ni tres días de que no tuvieran combates, o que más allá de que tuvieran combates tenían que mostrar resultados operacionales (...) y el resultado operacional para alguno de los casos como están aquí plasmados en este informe y más otros casos, que no están en este informe, era el de poder determinar que eran unas muertes extrajudiciales. Ese era el término final de los muertos en combate”, indicó el coronel Rincón Amado.
Sin rodeos, el coronel Rincón Amado sostuvo que esa barbarie que se multiplicó en el país entre 2006 y 2008, en tiempos del general Mario Montoya Uribe como comandante del Ejército, tenía un sello y una explicación: la presión por resultados.
“Los que cometían o los que desarrollaban esa operación y ese deceso o esas muertes, pues tomaban la decisión de desarrollarla también para bajar la presión que estaban desarrollando tanto el comandante de la brigada, el comandante de la división y el comandante del Ejército”, asegura el oficial.
El militar en retiro contó dos anécdotas reveladoras sobre la presión que ejercía Mario Montoya. La primera, dijo, ocurrió en el segundo semestre de 2005, cuando el coronel Rincón oficiaba como director del centro vacacional San Fernando del Ejército en Santa Marta. En ese lugar se desarrolló un encuentro del alto mando que citó el general Montoya como jefe del comando conjunto del Caribe.
“Y una vez terminando la reunión que se tenía del equipo operacional, el general Montoya me manifestó en forma personal, me dijo ‘¿y usted, Rincón, ¿cómo le va a aportar a la guerra?’ Y yo pensé en un momento de esos: ‘claro mi general, a mí me colocaron aquí con una función de garantizar y dar bienestar a las personas que vienen acá para que tomen un aire y retomen nuevamente sus acciones de donde los hayan enviado’. Y me dijo: ‘No, no, no, no, hermano; eso no. ¿usted cómo me va a apoyar a la consecución de resultados?’
No le entendí en ese momento y me dijo: ‘hermano, usted lo que tiene que hacer es vaya saque unos tipos del anfiteatro, unifórmelos y preséntelos como resultados’. Y le dije: ‘¿cómo así que preséntelos como resultados, por qué tengo que hacer eso?’ Pensé dentro de mí mismo. Yo me quedé callado, se quedó mirándome y salió”.
En marzo de 2007 ocurrió el segundo encuentro durante una reunión de comandantes de la segunda división del Ejército. Ya entonces Montoya era el comandante y Rincón había sido asignado como jefe de operaciones de la brigada móvil 15, con sede en Ocaña, Norte de Santander. Según contó, el encuentro duró dos horas, a nadie dejaron copiar nada y los alaridos por resultados fueron la constante. A todos los hizo formar en fila.
“Y la incidencia directamente del general Montoya era: ‘¿usted cuánto tiempo lleva, le preguntó al coronel Santiago y a otros, cuánto tiempo lleva en la unidad?’. ‘Llevo tres meses’. ‘Y en esos tres meses cuántos muertos en combate lleva?’. ‘No, no llevo ninguno, unos contestaron, no llevo ninguno’. A los que contestaban ‘no llevo ninguno’… ‘Ya hay que relevarlo, hay que sacarlo de aquí porque eso no me sirve, a mí me tienen que dar son muertos y resultados en combate’.
Para ese entonces le preguntó al coronel Santiago Herrera que cuántas muertes en combate, y llevaba tres muertes en combate, y le dijo: ‘Va un campanazo, a la próxima lo hago dar de baja, y a todos esos que están por allá atrás. Entonces me vio y como él ya me conocía de cuando estuve en Santa Marta me dijo: ‘qué hubo, Rincón. Ahora sí está en la guerra, ¿no?, ahora sí debe aportarle, como debe aportarle y si no entonces toca darlo de baja".
Fue entonces cuando todo se desbordó. Y empezaron a aparecer civiles asesinados en toda la región del Catatumbo. Según las cuentas del coronel Rincón, entre 2007 y 2008, su brigada reportó 90 muertos en combate. De esos, al menos 39 fueron ejecuciones extrajudiciales. Entre ellos, los crímenes de 17 jóvenes de Soacha, enterrados en Ocaña.
La génesis del descubrimiento de los mal llamados falsos positivos.
“Ya entendí después de esa reunión con Montoya, y con las exigencias que había hecho, de que tocaba dar muertes extrajudiciales y cuando daba muertes extrajudiciales era porque el comandante de la brigada con sus pelotones que ya tenía como grupos especiales ya sabía cómo hacerlos. Y cómo tenían que desarrollarlos”.
Hoy el general Mario Montoya está en la JEP respondiendo por estos crímenes.
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Updated: junio 11, 2019 09:18 p. m.