Cuando veían tierra firme, la Cancillería de Colombia les impidió desembarcar en Cartagena. Aunque no hay casos de coronavirus, están bajo estrictas medidas.
Junto con más de 500 latinos, estos connacionales fueron embarcados por sus empresas en un buque para que regresaran a sus países mientras se supera la emergencia por el coronavirus. Hay trabajadores de Honduras, Panamá, Costa Rica y Belice.
Desde que subieron a este barco que los llevaría a casa fueron aislados y sometidos a enérgica cuarentena total. Cada uno en su habitación esperó pacientemente el paso de un mes para corroborar que no tenía el COVID-19.
Norma Montiel, tripulante hondureña, cuenta cómo son los días: “para comenzar, una persona por habitación. Tenemos que usar la mascarilla en todo momento una vez que salimos de la habitación. Usamos el protocolo de lavado de manos siempre y en el restaurante se mantiene un distanciamiento de 6 pies. Solo puede comer una persona por mesa, no se puede estar más de media hora y no podemos estar en grupos. Es muy estricta la toma de temperatura, que lo hacemos dos veces al día”.
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Todo marchaba como un reloj, pero el 17 de mayo, cuando pensaban que iban a ser desembarcados en Cartagena, les negaron la entrada.
“Tenemos 64 días cumpliendo protocolos de la compañía”, “solicitamos a la Cancillería y Migración que nos puedan ayudar a volver a nuestras casas”, dicen los tripulantes colombianos.
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Según dicen, a los de Honduras y Guatemala sí les han permitido desembarcar, pero los colombianos son los únicos que no han podido.
El 22 de mayo, el crucero debe llegar a Panamá para dejar 100 tripulantes de ese país. Al zarpar, el capitán volverá a llamar a Colombia para intentar que la Cancillería, que ya ha recibido a miles de colombianos en vuelos humanitarios, ponga sus ojos en el mar y reciba a estos trabajadores que no quieren seguir a la deriva, sin patria y sin rumbo.