Durante meses, investigadores de la Policía se infiltraron y convivieron en los sectores de Bogotá como habitantes de calle para desarticular a las peligrosas bandas Cataleya y Cucer, dedicadas a la venta de droga en los estadios del país. Sus rentas criminales superan los 500 millones de pesos mensuales.
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La historia de estos valientes agentes pasó de ser una cotidiana a una en la que debieron dejar a un lado su hogar y la institución. Cambiaron su aspecto físico y se despojaron de sus chaquetas y gorras de policía para cambiarlos por una cobija y costal, para así pasar desapercibidos.
Uno de los policías narró que “nos camuflamos dos agentes encubiertos, uno de ellos tomó aspecto de calle, como habitante de calle. Estas personas, como no lo conocían al momento de venderle los estupefacientes, los requisaron, le hacían quitar la ropa”.
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Los traficantes delinquían en 7 localidades
Los agentes encubiertos vigilaron de cerca a los traficantes con el objetivo de evidenciar cómo vendían los estupefacientes.
A pesar de que los investigadores lucían como habitantes de la calle, no siempre los criminales les brindaban las sustancias, pues temían ser capturados.
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Los oficiales de Policía se percataron de que los delincuentes no tenían reparo en venderle a cualquier persona, siempre y cuando se ganará la confianza de los expendedores. Hacían el negocio frente a niños y adultos mayores, sin reparo alguno.
Cuando lograban que los expendedores les vendieran drogas, los policías infiltrados intentaban grabarlos, pero no era una tarea tan fácil.
Un agente casi fue asesinado
Un agente contó que durante la investigación “casi le quitan la vida a un uniformado porque no lo conocían. Tocó cambiar al agente encubierto, se puso otro agente encubierto con los mismos rasgos físicos, infiltrado como habitante de calle”.
La Policía logró capturar a 37 personas
Estos sujetos son señalados de participar en la actividad criminal y fueron puestos a disposición de la Fiscalía General de la Nación para que sean judicializados.
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Estos grupos tenían la capacidad de proveer cerca de 27.000 dosis de droga al mes en la capital.
Según el comandante de la Policía de Bogotá, los delincuentes se camuflaban entre algunas barras de fútbol, lo que les facilitaba el ingreso a los estadios del país, no para alentar a los equipos, sino para vender los alucinógenos.
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