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Las ojivas nucleares no solo derrumbarían instituciones gubernamentales, residencias o infraestructuras, también acabarían poco a poco con la vida de nuestro planeta.
Así lo sentenció la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN).
ICAN explica que las explosiones nucleares liberan importantes cantidades de energía “en forma de explosión, calor y radiación”. La onda explosiva mataría a las personas que se encuentren cerca del lugar de impacto de la ojiva, causándoles daños pulmonares, auditivos y hemorragias.
Expertos exponen que sería tal la radiación térmica que prácticamente todo lo que esté cerca de la zona cero se "evaporaría". Además, a pesar de que algunas personas buscarían resguardarse en áreas subterráneas, también correrían el riesgo de fallecer por envenenamiento por monóxido de carbono.
El impacto de las armas nucleares producirían radiación, lo que desencadenaría en enfermedades e, incluso, la muerte. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que una exposición “alta” produciría lesiones en el aparato gastrointestinal y daños en el cerebro. También se considera que los servicios de salud se destruirían o deteriorarían, evitando así tratamientos oportunos a las víctimas.
Lastimosamente, el usar menos del 1% de las ojivas nucleares que hay a nivel mundial, podría incidir negativamente en el clima y generar hambruna. Se estima que al menos 2 millones de personas fallecerían.
Al los médicos no poder laborar en las áreas contaminadas por radioactividad o devastadas por las explosiones, se desataría la crisis de refugiados más grande jamás antes vista.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC) respaldó con preocupación las advertencias de ICAN. El estallido de una guerra nuclear dañaría seriamente el ecosistema terrestre, reduciría las temperaturas mundiales y potenciaría la escasez de alimentos. ¡No a la guerra!
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