Dax Peek, un pequeñito de 2 años, sufrió parálisis facial en medio de un viaje a Disneyland París, cuando fue a celebrar el cumpleaños de su hermana mayor.
Creyeron que el menor se repondría pronto, así que siguieron con las vacaciones, pero, al regresar a Escocia, el niño empezó a vomitar, perdió el equilibrio y no podía caminar en línea recta.
Lo llevaron inmediatamente a un centro médico. Allí le practicaron resonancias magnéticas y le detectaron un tumor cerebral que se supone era benigno y que tenía el tamaño de un “maní”.
Les dijeron a los padres del niño que “observen y esperen”. Les ordenaron regresar tres meses después, pero todo empeoró en el transcurso de 6 semanas.
No esperaron el tiempo indicado y buscaron una segunda opinión. En esta les informaron que supuestamente el menor tenía una infección en el oído, pero su estado no mejoró.
El tumor creció agresivamente, así que lo extirparon. Este resultó ser cancerígeno. Lo diagnosticaron con rabdomiosarcoma parameningeno pontocerebeloso, una enfermedad en el tejido blando.
De acuerdo con el medio The Sun, a pesar de que los cirujanos lograron extirpar el 70% del tumor, este volvió a crecer y se expandió a su columna.
Debido a que no pudo recuperarse, los médicos lo enviaron a casa. Días después, Dax murió en los brazos de la mamá.
Devon, mamá de Dax, da a conocer su historia para que así los demás padres insistan cuando vean señales de alerta en la salud de sus hijos.
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